CASTELLANO, SEGUNDA LENGUA

El español, lengua oficial de 20 naciones, hablada en casi toda América, Filipinas, norte de Africa e incluso en comunidades judías de Yugoslavia y Turquía, hoy es uno de los idiomas más importantes del mundo. Largos siglos de evolución han tenido que pasar desde su formación para alcanzar las dimensiones actuales, o sea para convertirse en uno de los idiomas dinámicos y de mayores proyecciones en nuestro mundo contemporáneo.

En efecto, se calcula que hoy en día más de 250 millones de personas hablan el español y que para el primer cuarto de siglo XXI, esta cifra alcanzará los 550 millones, perspectiva muy halageña, pero que no deja de representar peligros, principalmente en comunidades donde existe el marco poderoso y universal del inglés, lo que a su vez constituye la experiencia lingística más interesante de nuestro tiempo.

Se piensa que por lo menos sesenta millones de seres hablarán español en E.U. cuando termine el siglo XX, lo cual significa 1/3 de la población total del país, suficiente para decidir la elección de un presidente. Esto es, que sin ser nación los hispanohablantes conforman una unidad cultural a la que no podrán asimilar y que ojalá sea la que influya en el pueblo estadounidense y le inyecte su signo de espiritualidad para equilibrarlo y armonizarlo con el pragmatismo imperante.

Asientos de hispanohablantes existen en San Agustín (Florida), primera ciudad española en el territorio, cuya expansión llegó a los actuales estados de la Unión: Tejas, Nuevo Méjico, Arizona, Colorado, Nevada, Montana y California. Pero, sobre todo, las sucesivas corrientes migratorias que se mantienen tan intensamente y en casos tan singulares como Chicago, donde conviven pueblos de la misma lengua como el puertorriqueño y el mejicano, o al este, en Nueva York, que como capital une y enlaza a todos los pueblos hispánicos en un crisol de razas. Este es quizá uno de los ejemplos más claros de la imposibilidad de desplazar una lengua universal por otra universal mayoritaria, que sin embargo encara diversos peligros, como la acumulación de voces inglesas que se pasan como españolas y que desarticulan la sintaxis, una reducción en el uso del léxico por problemas de inseguridad y deslinde entre las dos lenguas, para no mencionar fenómenos como el spanglish nacido de la falta de la ignorancia y falta de respeto hacia el idioma.

Y los factores que más influyen para deformar la lengua, son los mismos que en nuestro ámbito pudiéramos señalar como pocos justos con sus bondades: el uso descuidado por parte de informadores cuando no están preparados para misión de tanta importancia, el anuncio publicitario cuando está mal redactado, la prensa amarilla, etc.

La fuerza del español Lo que es evidente, es que la lengua española se ha impuesto en los últimos 25 años como la segunda más estudiada después del inglés, y esto lo demuestra el interés creciente que se aprecia desde todos los centros importantes del planeta, así esto obedezca a intereses más económicos y comerciales que culturales. Pero en dónde radica su fuerza? Probablemente en la comunidad multicultural que lo habla, que en el caso americano se enriquece con diversidad de localismos, voces originarias y recursos, que hace tiempo superaron los peligros de una posible disgregación. Pero también están su belleza, elegancia y capacidad de adaptación a las necesidades de la vida moderna que le exige la creación continua de palabras por prestamos, calco o acuñación de neologismos. Pero como toda lengua se hace y rehace diariamente, hay razones suficientes para pensar que en el nuevo milenio, el futuro de nuestra lengua estará determinado por factores y fenómenos de diversa índole, dentro de los que cabe esperar una creciente afluencia de extranjerismos, y una tendencia mayor a la estandarización, lo que tendería a empobrecerlo si no se realizan acciones preventivas.

Y como todo idioma evoluciona con el traslado de voces populares y jergas a los niveles superiores, acelerado últimamente debido al desacato creciente de normas sociales, lo importante es aceptarlos, describiéndolos y estudiándolos para incorporarlos de tal manera que no atenten contra su naturaleza.

Colombia ha sido reconocida en toda Hispanoamérica como el país que mejor habla el español, sin duda debido a la dirección de la Academia Colombiana de la Lengua que se ha preocupado, por más de ciento veintidós años de existencia, por difundir la mejor manera de hablar y escribir la lengua castellana. A nosotros nos queda, como decía Cuervo, la posibilidad de contribuir como ciudadanos a que la economía y la política aporten cada vez mayores elementos al fortalecimiento de la comunidad hispanoamericana.

NELLY ROCIO AMAYA MENDEZ
Publicado en: eltiempo.com/Lecturas fin de semana/20 de abril de 1997
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