EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA

García Márquez, Gabriel
El coronel no tiene quien le escriba
Bogotá: Ediciones Orbis, S.A., 153 págs.

Abstrac: Un Coronel que después de participar en la última guerra civil,
espera durante 56 años recibir una pensión del Gobierno, que nunca
llega, y entretanto, sortea su situación de pobreza con una resistencia
civil que involucra su honor.  
Por Nelly Rocío Amaya M. Periodista, crítica de literatura.
Público general. Fecha de la reseña: 22.02.07
Con esta novela de Gabriel García Márquez, escrita en París en 1957, reconocemos el
talento excepcional de un escritor, que antes de ser premiado con el Nobel de
Literatura (1982), ya era dueño de un material, producto de la fantasía y la
experiencia ciertamente inagotable, pues se trata de una pequeña obra maestra, que
combina ingenio y la experiencia aportada por novelas anteriores como La Hojarasca
(1955), o La mala hora (1961).
La obra relata con una trama sencilla, la historia del anciano coronel que después de
haber arriesgado su vida para salvar La República,  -en claro cumplimiento de su
deber-, espera inútilmente, por el resto de su vida, a que el Gobierno le conceda una
pensión que nunca llega. Impregnada de un sentimiento trágico de la vida (fruto de
lecturas como la de Sófocles), y en consonancia  con otras búsquedas del momento
(boom latinoamericano), la obra se integra a la llamada novela social y política y en
el contexto sociopolítico colombiano, a la novela de violencia.
Dispuesta en siete brevísimos capítulos, se inicia  con un acontecimiento
aparentemente trivial: el funeral del primer muerto de muerte natural que ha habido
en el pueblo, que en realidad revela el clima tenso donde se desenvuelve toda la
historia: el del estado de sitio, producto de tantas guerras civiles en una época de
violencia, y por el que se prohíbe a la gente pasar frente al cuartel de policía, no
obstante ser el paso obligado hacia el cementerio.    
Y a medida que avanza, conocemos las dificultades de la vida del viejo coronel y su
esposa, que en medio de su pobreza y el hambre,  deben sortear diferentes
situaciones  para mantener vivo un gallo de pelea,  herencia del hijo antes de un
encuentro en la gallera, que se va volviendo asunto de “honor”, mientras el coronel
cumple todos los viernes con el ritual de espera en la oficina de correos.
Luego se va comprendiendo que el gallo es en realidad un símbolo de resistencia
política y civil en el pueblo, dentro de un contexto en el que permanecen latentes, el
toque de queda, el estado de sitio, la información  clandestina, la persecución
política, la marginación de los antiguos combatientes que como el coronel, no pueden
hacer más que esperar la muerte bajo un régimen injusto y secretamente repudiado.  
Por otro lado, existen otros elementos que le otorgan a la novela un estilo
marcadamente ficcional propio del autor, sin dejar  de ser realista; así. la libertad
con que maneja ese material histórico, otorgándole vida, emotividad y un auténtico
dramatismo, transmuta poéticamente la trama de los  hechos a través de unos
personajes, muy bien delineados, que resultan emblemáticos de las relaciones de
poder dentro de una sociedad machista en la que impera la ley del más fuerte:  el
dentista, el médico, el usurero, el coronel y su mujer.    Por tanto García Márquez espera encontrar en estas  vidas afectadas por los
acontecimientos políticos, la clave que explique sus propias frustraciones, al volver
una y otra vez a los mismos hechos, rehaciendo situaciones similares, hasta que el
conflicto central, cede negativamente con una falsa elección y su héroe (el coronel),
ve negada la posibilidad de cambiar el destino. Así se señalan estos principios
trágicos, en donde no obstante la oposición y la empecinada lucha, la realidad resulta
más opresiva en un país desgarrado por la violencia.  
No podemos sino deleitarnos con esta obra que se considera sin duda, la más lograda
de sus obras juveniles. Una obra de estructura clásica o tradicional, con un realismo
aún poco mágico, que no obstante resulta verosímil  dentro de su tratamiento
ficcional.  Aquí se notan las influencias de su narrativa: William Faulker, Juan Rulfo
(de quien aprendería a fijar los acontecimientos en un presente narrativo,
yuxtaponiéndolos a la manera cinematográfica), o su amado  Hemingway, por un
estilo exacto y conciso,  que lo lleva a desarrollar la acción con gran velocidad.

Nelly Rocío Amaya M. (Publicado en la Sabanet, página de la U. de la Sabana, 22.02.07 

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