EL SON DEL SILENCIO/POEMAS

PORTADA DEL LIBRO El son del silencio/Nelly Rocío Amaya. Bogotá, ediciones Capote Azul, 2007 (Con prólogo de Jaime García Maffla)


PRÓLOGO



Por el presente poemario de Nelly Rocío Amaya Méndez hay que afirmar: cierto es, sí, que sólo podemos recibir mensajes con alguna medida de verdad de parte del Silencio.  Un conjunto casi lacónico de versos, por ello mismo, que los sitúa más cerca de lo intuido, y de lo evocado, esto es de lo ausente.  Aquí su primer valor trascendente en cuanto al motivo, en cuanto a la razón vital o a su necesidad.
Luego vienen los logros de la composición, que también se diluye en secuencias, más que aproximándolo al lector, llamándolo para que se sitúe, no de cualquier modo sino entrañablemente, al lado suyo.  Sí, otra vez: los pájaros son una figura, y la más depurada de la memoria.  ¿Está en posesión nuestra únicamente aquello que perdemos?  Pero este estar al lado habla también de otra instancia que atraviesa al lenguaje poético: la ausencia. ¿Y no es, acaso, la pérdida de un encuentro, un hallazgo real en lo más hondo?
Aquí, con el habla en poesía, aparece el canto, origen de la lírica, pero en un valioso universo de afectos y palabras, de un verso ya maduro, decantado por la experiencia de lo poético y la lectura consciente de la más alta poesía.  El poema aquí, de delicada factura próxima a la expresión lírica tradicional, nos toca becquerianamente.  Hay un yo que es el tú, como hay un tú que es el yo de la autora, en quien se revelan otros autores próximos y amados a través de lo más esencia de la poesía.
Claros y bellos poemas, pero también bellos y tradicionales vocablos: una campana, una azucena, una sombra, la música o algo de su misma naturaleza: los adioses.  ¿Se debe prologar o más bien saludar a acompañar un volumen de versos?  Tal vez sólo esto último, cuando se ha reconocido su altura y su hermoso hablar en signos que hacen de sugerencias –a veces de reclamo-, porque el poema siempre llama a algo o a alguien que debía estar.  Gracias a ello en su lugar se da la experiencia poética, esta que queda en nuestras manos y en lo silencioso que, al fin, alcanzamos a oír más plenamente, no sabremos nunca si en forma de habla, roce o de aleteo.

                                                                                                                                                                                                                     JAIME GARCIA MAFFLA  




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