COLECCIÓN DE INSTRUMENTOS MUSICALES DEL BANCO DE LA REPÚBLICA


@COLECCIÓN DE INSTRUMENTOS MUSICALES DEL BANCO DE LA REPÚBLICA


 Entre los bienes culturales que conserva la Biblioteca Luis Ángel Arango desde hace varias décadas, merece destacarse la colección de instrumentos musicales del Banco de la República, donación hecha por la familia de monseñor José Ignacio Perdomo Escobar e inaugurada el cinco de marzo de 1986 y que es expuesta en el foyer de la sala de conciertos de la Biblioteca.  Se trata de una colección que data del siglo XIX y XX, que ejemplifica de manera muy particular, la evolución de los instrumentos musicales durante esa época, no sólo a nivel europeo, sino también autóctono, típico y regional, lo cual permite vislumbrar  el desarrollo de la música misma en una época determinada, con sus géneros musicales, sus funciones, y demás temas relacionados que son de interés para el musicólogo, el historiador, el músico, y el público en general.

Fue monseñor José Perdomo Escobar (Bogotá, 1917)[1], un gran observador del patrimonio cultural colombiano y verdadero erudito apasionado por la música, merecedor de títulos honorarios[2], además de ser sacristán mayor de la catedral y párroco de Las Aguas.  En momentos en que fue secretario  del Conservatorio de Música,  hacia 1938, se dio a la tarea de inscribir los instrumentos que fue coleccionando con gran curiosidad, para consignarlos en su libreta de apuntes o sus Notas sobre la colección de instrumentos Musicales.  Luego serían parte del patrimonio cultural de nuestra ciudad.  
Las características de esta colección, en total 72 instrumentos, permiten colegir el interés indiscriminado que tuvo monseñor Perdomo por reunir aquellas piezas que le parecieran significativas dentro del contexto cultural y social de la época, muchas veces reflejo de escuelas musicales y estéticas vigentes ya sea europeas o foráneas, y otras, verdaderas adaptaciones a nuestras propias condiciones tanto sociales como culturales. Por ello, algunos investigadores destacan cuatro grupos de instrumentos: el primero, compuesto por instrumentos indígenas y mestizos; el segundo, por instrumentos de origen africano;  el tercero, formado por instrumentos europeos y orientales; y, el cuarto y último, integrado por instrumentos del sudeste asiático, caracterizados por su rareza.  Lo cierto es que hacia 1986, se elaboró el catálogo, denominado Colección de instrumentos Musicales/José Ignacio Perdomo Escobar, en edición conmemorativa de su inauguración, el 5 de marzo de 1986, en la que colaboró el musicólogo colombiano Egberto Bermúdez[3], el cual está basado en el sistema de clasificación propuesto por Curt Sach y Erich M. Von Hornbostel, que según el autor, facilita la inclusión de nuevas categorías de instrumentos de la música tradicional colombiana.   Pero por supuesto, esta colección de instrumentos antiguos no estaría disponible, sin la intervención de restauradores profesionales, o constructores de instrumentos mas conocidos como Luthiers, que conocen a la perfección la mecánica y funcionamiento de los mismos y se dan a la tarea de restablecer sus características originales, para acercarse lo mejor posible a sus condiciones físicas y técnicas, su sonido, etc., que permitan incluso, habilitarlos completamente.
LAS PIEZAS DE UNA COLECCIÓN

Toda colección es inigualable por la originalidad de las piezas que la constituyen. En esta en particular, se destacan grupos de acuerdo al origen de sus instrumentos, como aquellos de origen europeo y oriental, mestizo y africano.  Así, la presencia de violines, violonchelos, cítaras, guitarras, arpas, clavicordios, pianos y armonios es notoria.  Hay un violín, por ejemplo, de características burdas, proveniente de la región del Patía, cuya originalidad está en la forma como fueron adheridas sus partes, ya no pegadas, sino clavadas con puntillas, y que según los apuntes de monseñor Perdomo, fue construido por el bisabuelo del “negro Mina”,  quien lo regaló a don Ricardo Pérez de Popayán.  También, encontramos el “violín de Socha”,  construido por Segundo García en esa población de Boyacá, e igualmente, el violín de Chiquinquirá.  Es interesante anotar, como lo dijo Alfredo Gómez Zurek[4] que la producción de violines en la época, no fue escasa, pues desde el siglo XIX se encontraban fabricantes en las regiones de Nariño y de la Costa Pacífica, Boyacá y los Santanderes. Y por su puesto, en la sabana de Bogotá.
Podemos ver un violonchelo, que data de 1802, de fabricación tunjana, firmado por B. Leal, y otro trabajado por Fernando Figueroa, lo cual hace presuponer, que también se construían este tipo de instrumentos, aunque de manera poco profesional.  En cambio, una copia de un Stradivarius[5] (s.f.), posiblemente procedente de Alemania o Checoslovaquia, lo corrobora. Pero quizás hable mejor del ingenio criollo, un violonchelo de calabazo, que por sus características físicas, resulta curioso aunque la verdad, no podríamos esperar una gran sonoridad.
Las cítaras, instrumento antiquísimo de origen oriental, presentan cajas de resonancia rectangulares o trapezoidales, aunque hay una con forma poligonal, de la que hablaremos más adelante.  En aquella época se decoraban con exquisitas pinturas que luego fueron reemplazadas por calcomanías.  Y los instrumentos típicos, como el tiple, el cuatro, la bandola, el bandolín y el charango, son producto del mestizaje, al igual que la guitarra.   
Los instrumentos de teclado, representados por clavicordios, pianos y un armonio portátil, son de origen diverso. Un clavicordio, por ejemplo, acompañó al Libertador en muchos de sus viajes, pues se sabe con certeza que  estuvo con él en la hacienda de Aposentos de Tasco, y sería construido en la sabana de Bogotá.   Hay un piano de manubrio y un costurero, a la usanza europea, de apariencia muy bella, y el armonio, instrumento que reemplazó al órgano en la práctica de la liturgia católica.

Por otro lado, entre los instrumentos de viento, sobresalen las cornetas de Samacá, con tres válvulas o pistones, que de acuerdo a los apuntes de monseñor Perdomo, se habían destinado a las bandas militares, y fuera utilizado también en las campañas libertadoras.   Las flautas, en su mayoría de origen indígenas o mestizas (quenas, quiribillos) fabricadas de caña, aún siguen siendo comunes en la región andina de Ecuador, suroeste colombiano, Bolivia, Chile y Argentina.  También las matracas (de origen europeo), pues hay una de grandes dimensiones, que sobresale por sus condiciones y gran calidad sonora,  además de la celesta.
Entre la serie de tambores, o cununos, indígenas, mestizos y de origen africano, hay ejemplares que aún tienen gran representación en el litoral pacífico, Cauca, costa atlántica, Venezuela y Amazonas, como el tambor Katío de Risaralda, el Kut del Cauca, el tooto, ticuna, y los capuyas del estado de Miranda. Hay una zambumbia (originario de España), hecho en Santander. 
Finalmente, por su relativa rareza, se destacan el angkuoa, que utiliza la cavidad bucal como caja de resonancia y es conocido como arpa de mandíbula, que viene del sudeste asiático, probablemente de Tailandia o Camboya, y el Er-Hu (cordófono), que utiliza una sección de tubo de bambú, con tapa de piel como caja de resonancia, cuyo origen remoto está en China.

SU CLASIFICACIÓN MODERNA

Sabemos que toda clasificación corresponde a mirada específica, a una disciplina científica que relaciona cada uno de los elementos de acuerdo a una categoría conceptual determinada.  Los que estudian la organología, se dedican a analizan las características físicas, técnicas y sonoras de los instrumentos musicales. Y como sabemos, el propio José Ignacio Perdomo Escobar, fue autor del célebre libro “Los instrumentos musicales en Colombia”, dando muestras de su interés por clasificarlos y su erudición, lo cual ha servido en la labor pedagógica y como un precedente importante para posteriores estudios. Así, esas pautas serían tenidas en cuenta para actualizarla de acuerdo a los parámetros de Curt Sach y Erich M. Von Hornbostel, cuya clasificación ya más moderna y universal, consideran cuatro grupos de instrumentos de acuerdo a su conformación física y su manera de producir el sonido: los idiófonos, membranófonos,  cordófonos, y aerófonos. Es bueno seguir hacer un seguimiento de los diferentes grupos de instrumentos que en este caso, se exhiben  en la colección José Ignacio Perdomo Escobar.

En primer lugar, están los idiófonos, que son instrumentos que producen sonido al chocar Es decir, son autoresonadores, ya sea por fricción, entrechoque, pulsación o sacudimiento.
De acuerdo al catálogo, estos constituyen el 25% de la colección,  destacándose los idiófonos de golpe directo, entre los cuales los idiófonos de entrechoque y los de percusión son los más importantes y numerosos.     Aquí encontraríamos el Quiribillo, instrumento constituido por quince tubos de caña (caña brava) a través de los cuales se hacen pasar quince cuerdas cuyos extremos se amarran.  El sonido se produce cuando se tensionan (halan) los dos extremos de las cuerdas haciendo que los tubos choquen entre sí.  Este instrumento, utilizado en la ejecución de aires típicos colombianos como el torbellino (Cundinamarca y Santander), se mezclaba con otro instrumental complejo para enriquecer el ritmo de danza.
La Carraca, un instrumento que se utiliza igualmente en la música tradicional de varias regiones colombianas (en San Andrés se lo conoce como Jawbone) y latinoamericanas, tiene cierta ambigüedad en su clasificación por la forma como se lo utiliza, ya sea por percusión directa o por raspadura sobre sus dientes.  

El Metalófono de teclado (celesta), considerado un idiófono de percusión, con mecanismo de teclado, es un instrumento compuesto por una caja de madera que ostenta un teclado cromático de dos octavas, y no es muy frecuente en colecciones de instrumentos musicales. Así, a cada sonido corresponde una lámina de acero percutida, posee además una palanca de acción manual (pedal apagador) para modificar el sonido (sordina) situada sobre la parte superior izquierda, tapas plegables, atril y manijas laterales.  Se trata de un instrumento fabricado en Langensalza (Turingia), hoy República Democrática Alemana por Eduard Sell tal vez a mediados del siglo XIX. 
La Marimba, xilófono con resonadores que consta de veinte láminas de madera de chonta y veintitrés secciones de tubo de bambú guadua como resonadores.  Estas se hallan montadas sobre un armazón de madera forrado con fibra vegetal y los resonadores sobre una varilla de hierro.  La percusión de las láminas se realiza mediante baquetas con puntas recubiertas de látex.  Es un instrumento que se cuelga al techo o sobre soporte adicional y generalmente se toca por dos personas, muy popular en la música indígena latinoamericana y centroamericana.

La serie de sonajas, corresponden a varias zonas del territorio nacional. La primera, con tubo de cuarzo percutido con dos brazos articulados del mismo material, montado sobre una cuerda de cuero, suena al moverse sostenido de la cuerda; es de origen incierto. Luego están dos guasá o sonajas de recipiente (tubo), con agarraderas de pita en el extremo, que son originarios de la Costa Pacífica colombiana y un idiófono raspado hecho con cáscara de fruta (guama) seca, oriundo de Cundinamarca o Tolima.   También la Guaracha, tubo de tapa con una sección dentada en la parte frontal y otra hueca en la parte posterior, que se raspa con tenedor metálico, de uso común en varios regiones del país  especialmente la Costa Atlántica; y la charrasca, con el mismo mecanismo sonoro, utilizado en Antioquia o Caldas constituyen ejemplares de idiófonos raspados. Por último, el Güiro o Calabazo, es un instrumento común en el caribe, especialmente utilizado en las orquestas de música de baile y aún, en el interior de nuestro país.

Después la serie de matracas, fueron utilizadas en la celebración de Semana Santa, durante el oficio religioso, e incluso en las festividades de Carnaval y navideñas.  En general, constan de láminas flexibles de madera afinadas diatónicamente (DO-DO).  Las láminas (de espesor variable) son percutidas por los dientes de un rodillo dentado accionado por el giro de una manivela; estos, colocados en el rodillo de dos en dos, producen una secuencia de notas definidas que van del DO-SOL, FA-DO, MI-SI y RE-LA.  Son considerados idiófonos de piñón, y se cuenta con dos ejemplares:  uno de madera de cedro de ocho láminas de origen colombiano, posiblemente de Cundinamarca o Boyacá, y otro de madera de arce de cinco láminas, originario posiblemente de España, aunque fueron comunes  en Italia, Francia y Alemania, durante el siglo XX, y cayeron paulatinamente en desuso.  También hay otra matraca de piñón de madera laminada (triplex) con una lámina flexible de caña perteneciente al mismo resonador, popularmente conocida como instrumento infantil en diferentes regiones colombianas, utilizada en celebraciones religiosas y verbenas.   El eje del piñón sirve de manija sobre la se hace girar el instrumento y por la misma razón, era fácilmente maniobrada. 

El siguiente grupo, son los membranófonos, llamados así porque el elemento que produce el sonido es una membrana en tensión.  El mecanismo puede ser de percusión directa e indirecta. Estos, a su vez, tienen subdivisiones numerosas.   Entre los tambores (o membranófonos de percusión directa) se encuentran cilindros de una  y de dos membranas.  Igualmente se hallan ejemplares de forma cónica y de fricción. De acuerdo al sistema que se utilice para tensionar la membrana, se incluyen el membranófono de cuñas, o el de tensión con lazos y aros.

Así, tenemos un tambor cilíndrico de una membrana con fondo abierto, oriundo del Estado de Miranda, Venezuela, con un sistema de cuñas (en forma de gancho) incrustadas y que es una reproducción de un tambor de Mina. Otro poco común, de tensión, mediante abrazaderas de fibra vegetal, de la misma región, y el tambor Tú-Tú, de dos membranas, de procedencia Ticuna que habita en varios  sitios cercanos al río Amazonas, de baquetas tipo redoblante, ligeramente cónicos, cónicos (tipo cununo) de una membrana y fondo cerrado,  con membrana de piel de venado o vacuno y lazos de fibra vegetal y cuñas de mangle. Estos instrumentos eran muy propios de la música regional del sur del litoral pacífico colombiano.  Finalmente está la zambumbia, tambor de fricción con varilla, que consiste en una caja de calabaza recortada, membrana de vejiga animal y varilla de madera, que se conoce en Colombia como puerca  o marrana.  Con la excepción de los tambores probablemente provenientes del Estado de Miranda, Venezuela, todos los demás son colombianos: de la música regional del literal pacífico, de la Costa Atlántica y del área andina (Cauca), así como pertenecientes a las comunidades Ticuna del Amazonas y Emberá-Chamí y Catío y Catío del Chocó y Risaralda.

Los cordófonos es el siguiente grupo y constituye la sección más numerosa en la presente colección, de acuerdo a nuestro catálogo.  En estos instrumentos el sonido es producido por la vibración de una cuerda en tensión y se dividen en simples y compuestos.  Así, tenemos en cuenta que la palabra cítara se usa simultáneamente de forma genérica y específica, sirve para identificar en el primer caso, a los cordófonos simples que pueden ser tubulares, en forma de balsa, de mesa y en el segundo, a los cordófonos compuestos, entre los que se encuentran los laúdes y las arpas. 

Estos instrumentos, que ya existían desde el tercer milenio antes de Cristo (Sumeria, Egipto), luego de pasar por Grecia, seguirían el doble recorrido hacia Europa; uno a través de los árabes (laúd, guitarra morisca y el rebec o rabel) y el otro, desde Bizancio hacia el Norte, pasando por Italia.  Más adelante volverían a encontrarse de diferentes formas.  Así fueron evolucionando, incluso semánticamente (el vocablo griego Kytara y el latino fidícula denominaban en la antigüedad al mismo tronco común de las liras y cítaras griegas, lo cual engendra una variedad de instrumentos, de los cuales el más conocido es la guitarra). Por ejemplo, en lenguas romances fidícula evolucionó a fielle o vielle en francés medieval y posteriormente a viole; en italiano, se convirtió en viola, en español, dio origen a viela, viola, vihuela, vihuella[6]. Al parecer, la introducción del arco traza una importante línea divisoria en su evolución, de la Antigüedad al Renacimiento, debido a sus ventajas en cuanto a su duración e intensidad, de lo cual hubo evidencias en el Asia central, en el siglo IX.

En cuanto al grupo de cítaras, que en Alemania se reinventó como Akkord-Zither, con un sistema de palancas que silencian algunas cuerdas dejando libres aquellas necesarias para determinados acordes, vemos un ejemplar con tapa de pino abeto y veintitrés metálicas (de alambres y entorchados) extendidas sobre dos puentes; otra de forma hexagonal de nogal con tapas laterales pintadas de negro y tapa principal decorada con calcomanías y perforaciones, dieciocho cuerdas metálicas afinadas diatónicamente; y finalmente, una de forma trapezoidal (que destacamos anteriormente), construida en cedro con tres agujeros en la tapa y tres incrustaciones de nogal, veintinueve cuerdas metálicas afinadas diatónicamente y extendida sobre puente metálico, caja con tapa movible, cerraduras y manijas, adornada con calcomanías, del siglo XIX.   Tiene como modelo el Kanun, cítara utilizada en el medio oriente y el norte de África, que se conocía como medio caño en España, y fueron muy populares en Latinoamérica durante el siglo pasado.

Además, el tiple (especie de cítara en forma de balsa) constituido por siete tubos de caña brava de los cuales se extrajeron dos o tres secciones a manera de cuerdas, las cuales se colocan sobre dos puentes de trozos del mismo material.  Se toca con un plectro y era un instrumento común en África y Asia pero muy raro en América y Europa.

También tenemos cítaras del segundo grupo, es decir, cordófonos compuestos, como un Arpa diatónica de marco, con cuerpo de cedro construido con cinco costillas y tapas del mismo material, mástil y tapa delantera de cedro, cuatro clavijas de hierro forjado, treinta cuerdas de nylon, soporte de madera en forma de dos patas de león (añadido posteriormente), cuyo origen se remonta posiblemente al siglo XVIII.  Era un instrumento muy utilizado en todo el territorio hispanoamericano durante los siglo XIII y XVIII como instrumento solista y armónico tanto en la música religiosa como profana. Ya en el siglo XIX se consolidó como instrumento principal de varios géneros de música regional tradicional latinoamericana (Paraguay, llanos Colombo-Venezolanos, regiones de Veracruz y Michoacán en México y varios centros en los Andes peruanos y ecuatorianos.

Por otro lado, la serie de guitarras, instrumento perteneciente a los laúdes de mango con caja, de pulsación manual.  Una tiene caja de arce con tapa de abeto e incrustaciones de concha de nácar en el clavijero, bordes y boca de caja. Clavijero mecánico y diecisiete trastes, fabricada por Lacote, luthier parisino, en la segunda y tercera década del siglo pasado. Hay otra de cedro nogal, tapa de pino, mango enterizo, puente labrado en nogal y clavijas de ébano. Adornos de incrustaciones de concha de nácar y calcomanías, fabricada por Jeremías Padilla, fabricante de tiples, Bandolas, guitarras, Bogotá, 1910. 

Asimismo el tiple tradicional, con mango y tapa de cedro, clavijero, dieciocho trastes y cuatro órdenes de cuerda (de tres cada una), se considera un laúd cuyo origen parece haber sido la guitarrilla (o guitarra tiple) utilizada en España y sus colonias durante los siglos XVI al XIX. Se utilizaba como acompañante en la música de varias regiones del área andina colombiana y venezolana.  Y el cuatro, también de cedro, aro y tapa posterior pintados de negro, otro tipo de laúd de mango, clavijas de madera, cuerdas de nylon, también utilizado en la música de la región llanera colombo-venezolana.

El bandolín ostenta una caja de resonancia constituida por un caparazón de armadillo seco con mango de nogal y tapa de pino.  Cuatro órdenes de cuerdas dobles de alambre y clavijas de madera.  Es un instrumento, construido en San Juan del Guacamayo por Ramón Carreño. Se clasifica como un laúd de mango con caja de resonancia cóncava, de pulsación con plectro. Es igualmente un instrumento propio de la música de la región llanera colombiana, de comienzos del siglo XX.

Al lado de éste, la bandola con caja, mango, tapas y puentes de cedro, tiene la particularidad de incluir en su tapa frontal el diapasón.  Con cinco trastes, cuatro órdenes doble principales y un orden adicional doble que pasa por una ceja secundaria, con  clavijas adicionales laterales (por lo que se conoce como “cuatro y medio”).  Aunque el ejemplar no está en buen estado, es un ejemplo del tipo de bandolas que se utilizó en  la región de los llanos y el piedemonte llanero (región de Tópaga, Labranzagrande,  etc.).

Luego viene la serie de violines que como sabemos se consideraba toda una familia que reemplazó al término violas da braccio, propias del siglo XVI, XVII. Aquí nos referimos al violín como tal (que viene del término violone) con un ejemplar de Socha (ya mencionado antes) hecho en cedro y otras maderas colombianas, con incrustaciones de nogal en sus tapas, aros pintados e incrustaciones de concha nácar en las clavijas y tiracuerdas, además del puente.   También hay otro violín de madera de guayabo, diapasón y aros pintados  de madera de arrayán.  Su aro tiene un remiendo en la parte superior. El instrumento tiene cuatro cuerdas de tripa, puente bajo y tiracuerdas de hueso.  Y finalmente la copia del Stradivarius o Amati[7] (no se sabe con exactitud), con incrustaciones de concha de nácar en el tiracuerdas.

El instrumento denominado Rabel[UH1]  (pequeño instrumento de cuerda tocado con arco y que es antepasado directo de nuestro violín), con caja, mango y aros de cedro, es un ejemplar típico. Tiene mango enterizo y tiracuerdas de cuerno (atornillado), cuatro cuerdas, Arco corto con clavija, y se sabe que fue construido en Colombia a finales del siglo XIX.  Otro ejemplar, de igual madera, uniones con tornillos, varía en su forma exterior, con puente de violín y cuatro cuerdas, tiracuerdas de cuerno, de la misma época.

La serie de violonchelos, instrumento que hace su aparición en la historia de la música en Italia a principios del siglo XVI, algunos años después de sus hermanos el violín y la viola, surge cuando otra familia de instrumentos, la de las violas da gamba, alcanzaba su apogeo (al parecer las más antiguas proceden de España, y más precisamente de Valencia).  De allí se extenderían por el Mediterráneo a la Isla Baleares, Cerdeña e Italia.  Hay que decir, que todos estos instrumentos son de una anatomía compleja; por ejemplo, el violonchelo al igual que el violín, constan de más de 70 piezas (por lo que se habla de su cabeza, cuello, cuerpo, costillas, hombros, caderas, e inclusive alma).

En esta colección tenemos un ejemplar de caja, mango y aros de cedro. Cuatro cuerdas (no originales), puente y ceja de contrabajo; su conformación (sin punta de extensión o puntal) sugiere que se apoyaba directamente en el suelo.  El rótulo en la parte posterior señala que es de finales del siglo XIX (1840), construido por Fernando Figueroa D. en Colombia. Y otro, violonchelo de caja, aros y mango de nogal, con diapasón y tiracuerdas de ébano, cuatro cuerdas (no originales), fabricado por “B. Leal, en Tunja, en 1802. Finalmente, tenemos una copia del famoso Stradivarius, que fue a partir del siglo XVI, y durante más de dos siglos en Cremona, el sello del arte de la laudería  en su máxima expresión, pues Antonio Stradivarius (1644-1737), junto a otro famoso Giuseppe Guarneus del Gesú, le dieron renombre por todo el mundo. En este caso, se trata de una copia de arce, pinto abeto y ébano, clavijero mecánico adicional, que no obstante, ostenta el famoso rótulo con el nombre de Antonius Stradivarius Cremoniensis Facierbat (Anno 17, 64) y un monograma con la cruz de Malta y que fue reparado por Darío y Miguel Roberto Forero, Bogotá, 1983.  Probablemente sea alemán o checoslovaco, siglo XIX.  Y finalmente el violonchelo de calabazo, con resonador semiesférico que le da una apariencia típica. Mango, clavijas y puente de madera.  Tres cuerdas y tres clavijas, tiracuerdas de cuerno. Tiene una punta de extensión (espiga) y un soporte de madera adicional para exhibición.  Fue fabricado por el ingeniero Carlos Mercado Acevedo, Fusagasuga, Diciembre, 1911. 
Finalmente en la serie de contrabajos se destaca uno con caja romboide (heptagonal) de madera compactada común (triplex), sin tapa posterior, tres cuerdas sin puente, mango y tiracuerdas de cedro pintado de negro, que se ubica en el Siglo XX.

EL CLEMENTI QUE SUENA Y OTROS PIANOS

Entre el siguiente grupo de instrumentos, los cordófonos con mecanismo de teclado tales como clavicordios y pianos (manuales o mecánicos) clasificados como cítaras con resonador en forma de caja, son bastante llamativos, al estar incluidos algunos de los instrumentos europeos más valiosos y que constituyen el cincuenta por ciento de la colección.  En especial, mencionaremos el pianoforte de Clementi, considerado como un piano rectangular. 

Este bello ejemplar, de caja de caoba, tapa armónica de pino abeto, incrustaciones y piezas de otras maderas (roble y arce), tiene dos celosías en madera sobre el teclado, cuerda de alambre (dos por nota) y pedal para modificación del sonido sostenuto). Su extensión es de cinco octavas y media: FA –do. Mecanismo interno vienés (apagadores verticales), Además tiene patas torneadas con ruedas, atril y dos gavetas.  Según la inscripción, fue fabricado por Muzio Clementi and Co., Cheapside, London[UH2] [UH3] [UH4] , alrededor de 1810. Su aspecto físico, cuadrado de bella decoración, de extensión bastante amplia para la época cinco octavas y una quinta, esto es de Fa a do), con un pedal forte.  Al ser un fortepiano de salón (los de concierto eran de cola), era igualmente una pieza importante utilizada para hacer conciertos en espacios adecuados, preferido por compositores como Chopin. 

La ligereza de su pulsación, su tensión menos fuerte, el material más blando de las cuerdas y,  sobre todo, la ausencia de fieltro (material introducido por Jean Henri Pape en 1826, que elaboraba de pelambre de conejo y liebre), lo hacen un ejemplar único, pues hasta ese entonces, las coberturas de los martillos como también las bisagras del mecanismo eran de cuero, cuyo proceso de fabricación original se ha perdido.  Además, la última capa que cubre los martillos, ya deterioradas, planteó el problema de reemplazarlo como una “cirugía plástica” retirando el cuero original de las bisagras para utilizarlo en la última capa de los martillos y sustituyéndolo en aquellas por uno moderno.   El marfil de las teclas y las partes de madera también muy afectadas, así como su mecanismo, hizo de su restauración una obra verdaderamente artesanal.  Así, la parte externa del mueble, se reemplazó con materiales originales, y preparando el barniz con técnicas muy antiguas. Después, el trabajo en los componentes musicales: arreglo de la tabla armónica, el puente y el clavijero.  Con estos elementos, se enderezó la línea del teclado, y todo el mecanismo fue reconstruido pieza por pieza. Posteriormente, y con fundamento en datos de museos europeos que poseen instrumentos similares, fueron fabricadas  copias de las cuerdas y las clavijas originales.  Así, fue posible realizar un ciclo de recitales conmemorativos en febrero y marzo de 1998, cuando la Biblioteca Luis Árango cumplió 40 años, al que fue invitado Sergio Posada, pianista nacido en Medellín (1964), quien interpretó obras de W.A. Mozart, J.N. Hummel, J. Field, en este instrumento, además del compositor y constructor Muzio Clementi.

Este es un ejemplo típico de un instrumento que aunque ha tenido una evolución considerable en la historia, que ha significado mejoras técnicas y sonoras, desde que el piano moderno fuera inventado por Bartolomeo Cristofori (1655-1731),  sigue estando vigente en la interpretación de la música barroca y clásica, desde J.S. Bach hasta o Mozart, como puede apreciarse en los programas de concierto especializados en este tipo de música.

El clavicordio, está construido en cedro, tapa armónica de la misma madera, cuerdas de alambre (dos por tecla)., con tapa plegable, tres puentes de madera y tiracuerdas y clavijas de hierro forjado.  En la tapa frontal sobre el clavijero lleva inscripciones en tinta negra con las notas: Do, Re, hasta Do, con cuatro octavas de extensión.  Soporte no original.  Se considera una cítara de caja con mecanismo de teclado y fue construido en Boyacá, hacia fines del siglo XVIII o comienzos del XIX.  Y finalmente otro clavicordio del mismo género, copia de un instrumento del siglo XVII o XVIII, hecha por Alec Hodsdon-Lavenham, caja de Arce, tapa armónica de abeto, teclas de ébano (naturales) y arce (alteraciones o sostenidos). Cuerdas metálicas (dos por nota), y cuatro octavas de extensión, más soporte fijo.

Y luego vendrán los pianos rectangulares. El primero con caja y patas torneadas de roble, tapa de resonancia de cedro; tiracuerdas interno de mármol. Cuerdas de alambre (sencillas en los bajos, luego dobles), sistema de apagadores de marco[UH5] .  Tiene una extensión de seis octavas: Mi-fa. Al parecer construido por Mc Cormick, Bogotá, 1850. El piano a manubrio, llama la atención por su belleza física: caja de pino y arce en forma de piano vertical con mecanismo interno de martillos accionados por un rodillo a su vez accionado por una manivela externa; cerdas metálicas (dobles) accionadas por treinta martillos.  Dos martillos adicionales que golpean trozos de madera en imitación de castañuelas y otros tres que golpean láminas de metal a manera de campanas.  Se considera una cítara de caja mecánica con mecanismo de manubrio y rodillo.  Con rótulos externos, con el nombre de Antonio Martín, y las señas correspondientes. Además incluye una lista de las piezas incluidas en el rodillo con un rótulo externo, en donde se leen los títulos de Pasodobles, Chotises y piezas semejantes. Al parecer es de 1920.  Y el piano-costurero, igualmente bello en su apariencia, con caja de caoba con  incrustaciones de otras maderas.  Tapa armónica de pino y abeto y una contratapa de quince cajones de pino y espejo en la contratapa superior.  Cuerdas metálicas (un por nota) sin mecanismo de pagadores. Tiene cuatro octavas: FA-fa. Y se considera una cítara de caja con mecanismo de teclado, hecho en Francia, a fines del siglo XIX.

Ya por último, está la categoría de los aerófonos que después de los cordófonos, es el grupo más numeroso. En estos instrumentos el sonido se produce por la vibración de una columna de aire dentro de un tubo.  Aquí las  divisiones corresponden a la forma de interrumpir la columna de aire para ponerla en vibración dentro del tubo.  Estas son: flautas, en las que la columna se interrumpe con el filo del tubo o mediante ductos o canales, reducciones del diámetro, etc. Tubos con lengüetas en los que uno o varias lengüetas en vibración de los labios (con o sin embocaduras adicionales) produce el sonido en el tubo al poner a vibrar la columna de aire inyectada.  Posteriormente las flautas se dividen en longitudinales (quena), transversales (flauta traversa), con aeroducto (flauta recorder, pito), flautas de pan (caña),  etc.   En especial sobresalen los instrumentos autóctonos americanos (el Kammu-purrui de los Cuna de El Darién, flauta de tubos cerrados en grupos de tres y cuatro ensamblados con cuerdas y unidos entre sí, perteneciente al grupo étnico Cuna) y algunos instrumentos europeos (los de la banda militar, cornetas y bombardinos) importantes en la música tradicional de algunas regiones colombianas, por lo general construidos en cobre-latón.  La corneta, por ejemplo, se clasifica como bugle con válvulas, instrumento desarrollado especialmente en Francia y Alemania durante el siglo XIX. El ejemplar proviene de Francia, construido por Jerome thibouville-Lamy alrededor de 1910. Y el bombardino de pistones, del mismo constructor, es igualmente un instrumento militar de la época de difícil restauración.

Además en esta clasificación se incluyen  algunas piezas pertenecientes a algunos órganos de consola y trozos de teclado, habida cuenta de su importancia histórica ya que por sí solos  no tienen función de aerófonos. Por ejemplo, el Armonio, instrumento construido y patentado en París en 1840 por Alexandre Francois Debain, cuyos inicios en el siglo XVIII obedeció al descubrimiento del principio musical de las lengüetas libres de larga tradición en China el sudeste asiático.  Se trata de un conjunto de lengüetas metálicas que se hacen vibrar mediante un mecanismo de teclado que permite el acceso de aire (acumulado por fuelles accionados por pedales) a cada una de las lengüetas. El ejemplar europeo tiene dos fuelles (y correspondientes pedales) cuyo origen se sitúa en el siglo XIX y comienzos del XX,  con una extensión de cinco octavas: DO-do.  Pero existe otro, mecánico, en el que los sonidos vienen previamente dispuestos y se producen (haciendo sonar cada lengüeta) mediante un mecanismo.  Este está constituido por una cinta de cartón perforada accionada por una manivela. Su funcionamiento similar al organillo, se diferencia en que las que producen el sonido son lengüetas vibrantes y no tubos.  Es un ejemplar fabricado en Estados Unidos por The Willcox an White Organ Company de Medem y consta de 20 lengüetas, una cinta perforada y tres fuelles internos. Se presume que es de comienzos del siglo XX.
Así pues, con esta somera descripción, el lector quedará suficientemente motivado para visitar esta colección que representa dentro del contexto musical y cultural,  una muestra significativa de la evolución histórica, ya que la música como el arte, va sufriendo las transformaciones que cada época impone, y este legado nos permite valorar aún más el patrimonio cultural. NELLY ROCIO AMAYA MÉNDEZ[8],
publicado originalmente para el Banco de la República. 






[1] Autor de los libros “El archivo musical de la Catedral de Bogotá” (Instituto Caro y Cuervo, 1976), “La Ópera en Colombia” (Arco, 1979) y “La historia de la música en Colombia” (Plaza y Janés, 1980). 
[2] Miembro del Capítulo Primado, miembro numerario de la Academia de Historia correspondiente de la Real Academia Española y correspondiente de la Real Academia antioqueña de Historia, miembro fundador de la Academia de historia eclesiástica, de los institutos históricos de Bolivia, Paraguay y Uruguay, socio honorario de la Asociación de cultura musical de San José de Costa Rica, catedrático de historia eclesiástica y derecho romano, entre otros. El archivo musical de la Catedral de Bogotá y la ópera en Colombia.
[3] Actualmente profesor e investigador de la Universidad Nacional de Colombia.
[4] “La colección Perdomo, una herencia musical”, en: Boletín Cultural y Bibliográfico, Num. 5, Vol.  XXII, 1985.
[5] Antonio Stradivarius (1644-1737), representaba la cumbre de la laudería de la época. Aún nadie ha superado la excelencia sonora, la belleza y la perfección artesanal de sus instrumentos.
[6] Tomado del libro “Las aventuras de un violoncello”, Carlos Prieto, Fondo de Cultura Económica, 3ª. Ed., 2003, p. 22.
[7] Nos referimos a Andrea Amati, nacido en Cremona, en 1511 y fallecido en 1581, considerado primer gran laudero de la historia.
[8] Nelly Rocío Amaya Méndez, es periodista cultural, crítica literaria, y estudió en el Conservatorio de Música.



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Comentarios

Unknown ha dicho que…
Buenos dias: me gustaria conseguir mas informacion acerca de Jeremias Padilla, conservo de
Mi abuelo un tiple en excelente estado con sellos en su interior.
Unknown ha dicho que…
schrader.imagen@gmail.com
NELLY ROCÍO AMAYA MÉNDEZ ha dicho que…
Cristian, buenas noches... disculpa la falta de comunicación. En qué podría colaborarte con del tiple que tienes. Rocío Amaya.

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