EL GENERAL EN SU LABERINTO, García Márquez


Gabriel García Márquez
El general en su laberinto. Bogotá: Editorial Oveja Negra, 1989, 284 págs.



Tema: Aspectos biográficos del Libertador Simón Bolívar en su último viaje por diferentes pueblos de Colombia, hasta su muerte, que rebelan una faceta mucho más humana del héroe.

Del gran Nobel colombiano, García Márquez, autor de Cien Años de Soledad, entre otras grandes obras y relatos, esta novela se destaca por permitirnos asomarnos de manera biográfica e intimista a la vida de Simón Bolívar, ese gran héroe y autor de la gesta libertadora de los pueblos americanos que aún se mantenían como colonias del reino de España: Venezuela, Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú y Panamá.  Pero lo hace desde una perspectia más humana, al final de su vida, cuando después de alcanzar la gloria, fue cayendo en un laberinto existencial de soledad y abandono, desengaño, hastío y tristeza.

en el último año de vida del Libertador, 1830, cuando ya casi estaba culminada la emancipación de los países y se definían los marcos constitucionales que habrían de gobernarlos, vemos cómo cumple su trayectoria en el último viaje por los pueblos de Colombia, que comprende las ciudades de Santa Fe de Bogotá, Facatativa, Guaduas, Honda, Puerto Real, Ocaña, Mompox, Zambrano, Barranca Nueva, Cartagena, Turbaco, Soledad, Barranca de San Nicolás, y finalmente Santa Marta, en donde lo vemos envejecido prematuramente, más humano, errático, insomne, y con terribles achaques y enfermedades que ningún paliativo podían mitigar

Por fuera de un aura de gloria, e Incomprendido por muchos, tiene que habérselas con muchas dificultades (traiciones, entorpecimientos, detractores),  y batirse solo en esa batalla sorda y personal que antecede a la muerte, una vez agotados todos los medios y consumido en gran parte su ingenio y vigor, pese a tener de vez en cuando relámpagos de entusiasmo y determinación; pero ese halo de grandeza se desvanece pronto en otro laberinto que lo regresa a la nada.

Así podemos ver aspectos de su personalidad que complementan esa figura mítica e idealizada como: su apego al poder, su gusto por las mujeres (lo que cultivaría hasta sus últimos días,), su aprecio por los animales y los perros (que recogía de la calle), sus relaciones con sus colaboradores como José Palacios, Belford Hinton Wilson, Francisco de Paula Santander, Antonio José de Sucre, Manuelita Sáenz o Rafael de Urdaneta, entre otros. Y el aprecio que prodigaba con quienes se mantenían más leales con su causa y su persona, como su mayordomo, quien a pesar de ser analfabeta, poesía una gran cultura y una memoria prodigiosa que servía de ayuda al Libertador; y por su puesto, el amor hacia Manuelita, aguerrida y tolerante compañera que organizaba movimientos bolivaristas, y acompañaba al General en sus peores momentos, leyéndole los documentos más importantes. Pero también, vemos sus fugas delirantes hacia el pasado, sus crisis de demencia como síntoma de agotamiento, las recurrencias de sus recuerdos eróticos en medio de una menguada sexualidad, su determinaciones repentinas y sus golpes de lucidez, , etc.

Lamentablemente los hechos históricos corroboran que a su muerte llegó moralmente deshecho, hastiado y desengañado, solo, a la Quinta de San Pedro Alejandrino ese 17 de diciembre, con unos pocos amigos; y que siete días antes, había dictado un testamento -luego de que al ofrecérsele los sacramentos, se percatara de su grave estado de salud, diciendo:  “¡Cómo saldré yo de este laberinto!”. Así, su estado general era comprensible, pues como dice la novela, lo acusaban de promover desobediencias militares, en su intento por recuperar el poder que el Congreso le había quitado después de doce años de ejercicio continuo, de querer ocupar la presidencia vitalicia para dejar en su lugar a un príncipe europeo, de estar fingiendo un viaje al exterior, cuando en realidad se iba para la frontera con Venezuela, desde donde planeaba regresar para tomarse el poder al frente de las tropas insurgentes (pp. 20-21) lo cual se hace patente. Incluso la enemistad con Francisco de Paula Santander, y su destierro a París, se explica por su  intento de asesinato, convirtiéndose así en su principal detractor.

Sin embargo, este nivel de desacralización no llega a desdibujar su propia grandeza humana y heroica, pues a pesar de su aspecto: “Hasta su desnudez era distinta, pues tenía el cuerpo pálido y la cabeza y las manos como achicharradas por el abuso de la intemperie. Había cumplido cuarenta y seis años el pasado mes de julio, pero sus ásperos rizos caribes se habían vuelto de ceniza y tenía los huesos desordenados por la decrepitud prematura, todo él se veía tan desmerecido que no parecía capaz de perdurar hasta el julio siguiente”(p.12), también transmitido al Palomo Blanco, su caballo histórico, se nota su persistencia por alcanzar unos ideales unionistas, en prevención de futuras catástrofes en los que no anteponía ambiciones personales ni deseos de posesión.

La novela termina con un bello párrafo que no necesita comentarios:  “Examinó el aposento con la clarividencia de sus vísperas, y por primera vez vio la verdad: la última cama prestada, el tocador de lástima cuyo turbio espejo de paciencia no lo volverá a repetir, el aguamanil de porcelana descarchada con el agua y la toalla y el jabón para otras manos, la prisa sin corazón del reloj octogonal desbocado hacia la cita ineluctable del 17 de diciembre a la una y siete minutos de su tarde final. Entonces cruzó los brazos contra el pecho y empezó a oír las voces radiantes de los esclavos cantando la salve de las seis en los trapiches, y vio por la ventana el diamante de Venus en el cielo que se iba para siempre, las nieves eternas, la enredadera nueva cuyas campánulas amarillas no vería florecer el sábado siguiente en la casa cerrada por el duelo, los últimos fulgores de la vida que nunca más, por los siglos de los siglos, volvería a repetirse” (p.p.267-267)
Con este semblante del héroe, que tiene un sustento histórico importantísimo, García 

Márquez nos demuestra una vez más que la realidad no se contrapone al mito, antes bien, lo hace más comprensible.   NELLY ROCIO AMAYA MÉNDEZ.

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