EN NOMBRE DE LA TIERRA, Virgilio Ferreira


FERREIRA, VIRGÍLIO

En nombre de la tierra. Traducción de Isabel Soler y Neus Baltrons. Barcelona: Acantilado Ediciones, 2003. 282 págs.

Este bello libro, es un  testimonio conmovedor sobre la vejez, el amor vivido en términos absolutos, y la capacidad de la palabra para recuperar aquellos instantes que realmente constituyen la existencia, con su epifanía del amor, las imágenes de lo que se ama y de quien ama, están más allá de lo real, en lo imposible, en lo que queda después de que ha sido posible el amor, lo increíble  que se niega a morir a pesar del deterioro inevitable y el paso del tiempo. 

Ferreira (Melo, 1916-Lisboa, 1996), intelectual, novelista y ensayista, ha sido considerado uno de los mejores autores portugueses del siglo XX, cuya trayectoria literaria mereció numerosos reconocimientos, como el Premio de la Asociación Portuguesa de Escritores y el Premio Fémina en Francia, por su intensa obra que se nutre del neorrealismo y el compromiso social, hasta llegar a una prosa de corte existencialista caracterizada por su estilo personal.

Se trata de la historia de un ex - juez recluido en un asilo de ancianos, que decide escribir una extensa carta a su esposa muerta para poder sobrevivir a las nuevas condiciones de vida y recordar los momentos de su pasado, al lado de ella, sus hijos, su trabajo, y algunos personajes que curiosamente terminarán recluidos en el mismo asilo. Todo ello, mientras se da a observar la vida fantasmal de los ancianos, el trato maternal o rudo de las enfermeras, la obligada disciplina, y el despojamiento paulatino de la dignidad de las personas que viven allí, con la anulación de su interioridad y de su misterio, además del abandono y fingido interés de los hijos.   

Con un lenguaje que nos recuerda las conquistas del monólogo interior y de la novela filosófica, su juego paralelo del tiempo y la polifonía de voces bellamente depuradas por la memoria, el relato avanza como una extensa autobiográfico, que a la vez nos permite asomarnos a la vida de los seres que rodean al protagonista y narrador. 

Así, mientras revive aquellos momentos de esplendor y belleza en que su amada le parecía la transmutación de la materia terrestre  hasta el inicio de su muerte en un plano suavemente inclinado a donde se empeñará en seguirla, movido por su amor y su piedad, algunos objetos traídos por su hija Marcia (un Cristo roto y ya sin cruz, un fresco de Pompeya de Flora o La Primavera, la caricatura de la muerte de Durero, una fotografía), le permitirán hacer reflexiones sobre la vida y la muerte, establecer los grandes actos de su vida, las palabras que al ser pronunciadas, continuaron su efecto con el tiempo, y otras interesantes asociaciones que contrastan con las miserias humanas que le rodean.

Por ello, nos enteramos de la vida de los ancianos que llegan para poder tener una familia que ya no tienen o que nunca llegaron a tener (pues los hijos son una invención de nuestra flaqueza para compensar la muerte, el modo más barato de ser eterno) y de otras historias, como la de un agitador a quien tuvo que juzgar por prender la mecha de la conciencia dormida, la del político o el poeta. Y a medida que asoman los signos de su propio deterioro -pues la muerte le irá despojando de todas sus posesiones, menos del cuerpo, que es sagrado y substancial como la tierra- podemos ser testigos de su mensaje, pues es en ésta última, en donde el hombre se vive a sí mismo para intentar abarcar todo lo demás.

Es una novela magistral y profundamente humana, que nos deja una gran lección sobre el valor de la vida, en la que no parece haber límites si miramos más allá de las apariencias. Una vida en la que cada cual establece sus reglas y aquella que las regula, y en la que hace falta ser un poco razonables para no volverse loco. Una vida en donde el único juez verdadero debería ser Dios, con su fallo misterioso volcado hacia el infinito.

Si la importancia de la muerte está en la vida allí donde todavía es visible, y la vida no termina con la muerte, sino que generalmente termina antes, como no lo demuestra esta novela, debería interesarnos a nosotros, mirar esa realidad de lo que existe, para no dejarla escapar antes de tiempo en medio la general indiferencia. Es una novela que vale la pena compartir y comentar.  NELLY ROCIO AMAYA MÉNDEZ.


 





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