ENTRE LA SOLEDAD Y EL AMOR, Alfredo Bryce Echenique


Alfredo Bryce Echenique
Entre la soledad y el amor. Barcelona: Radom House Montdadori, 2006. 107 págs.


Tema: Lúcido ensayo sobre el amor, la soledad, basados en la experiencia vital del autor, así como de otros temas relacionados.

Este libro de Alfredo Bryce Echenique (Lima, 1939), es una bella y personal reflexión sobre los temas que le han obsesionado durante toda su vida y que han servido de material para su labor creativa, como puede verse reflejados en los artículos de prensa y conferencias dadas por el autor. Así, el amor y la soledad, pero también la felicidad o la depresión, le interesan a todo ser humano pues encierran una verdad única reflejo de los estados del alma, y que en el mundo contemporáneo, cobran mayor vigencia. 

Un autor que se ha consolidado por más de cuarenta años como una de las figuras de la literatura latinoamericana, con novelas como un Mundo para Julius, La vida exagerada de Martín Romaña, o sus Antimemorias, bien podría contentarse con un mundo de ficción que le ha deparado tantos éxitos y reconocimientos (el Nacional de Narrativa, el premio Planteta o el Grinzane Cavour).  Pero, en cambio, despojado del aura de creador, ha querido volver a los temas que han sido parte de su vida y de sus más cotidianas actividades y preocupaciones -basta echarle una ojeada a su biblioteca para comprobarlo-, en un gesto de honradez intelectual y corazón abierto.

Para ello, esta meditación en tono íntimo, mantiene a través de sus páginas, las características de su lenguaje y su bello estilo -ágil y sugerente-, con cierto rigor argumentativo y con el propósito de entregarnos vivencias y reflexiones que pretenden instruir y conmover a los lectores, dejándonos una lección de vida, una lección ética y moral, que ofrece una suerte de alternativas de solución.  

Si los artistas captan el mundo de manera particular, es a través de ellos como podemos enriquecer el conocimiento del mundo y en especial del alma humana. Muchas de las urgencias creativas, nacen de carencias de todo tipo que afectan fuertemente al individuo dentro de su propio núcleo social.  Pero si es un buen observador, como Bryce Echenique, puede tratar de ahondar en sus causas, para comprender mejor sus manifestaciones. Entre las realidades existenciales del hombre, el amor o la soledad, son aspectos que hablan de su humanidad y responden a necesidades vitales por las cuales no deberíamos sentirnos culpables.

Se trata más bien, de analizarlas para hacer más llevadera la existencia. La soledad en sí misma sería el testimonio de una decepción íntima, que está estrechamente  vinculado a la existencia del Otro. Por tanto, existen formas de asumirla: una “auténticamente saboreada” en la conjunción amorosa; otra, que demanda la representación de algún papel en nuestro imaginario de acuerdo a nuestra propia historia personal; pero también podemos hacer buen uso de ella, en una trayectoria de maduración individual y cultural, que para el autor, sería una alternativa de convivencia pacífica con el otro y nosotros mismos.  Para ello, debemos asumir nuestras propias desilusiones y acoger al otro, tal y como es. 

En la sociedad contemporánea, en medio de relaciones contractuales, que pierden su noción de duración y deber, se ha privilegiado y legitimado a la juventud, descalificando de paso, todo lo que la contradiga. Este exceso de libertad e independencia de los jóvenes, según el autor, los hace sentir una soledad mayor, al carecer de referentes que sustenten sus valores y sus afectos. Los jóvenes sufren incluso más que las personas de edad- nos dice el autor. Por lo menos, los viejos pueden mirar el pasado y refugiarse en los lazos afectivos que les sirvieron de sustento.

Y la depresión, ese “mal oscuro” del que aún no sabemos protegernos en la sociedad actual, proviene de insatisfacciones del ser humano. Se vuelve autoagresiva (feroz autocrítica) paralizando al individuo. El autor, que confiesa ser víctima de este mal que se cierne como una “espada de Damocles” y no lo abandona nunca, considera que visita sobre todo a los literatos y humoristas, recordando al gran Cortázar (su maestro), quien se ocupó del “lado cómicamente grave de la realidad”. Pero en el humor estaría su antídoto, trayendo a cuento su propia crónica, y sus salidas humorísticas. La risa, debería ser, nos dice, uno de los derechos humanos reconocido por todos los Estados, que incluiría a los demás.

Finalmente, todos tenemos derecho a la felicidad y el amor. La felicidad sería la expresión de la vida en toda su potencialidad y actualidad.  Pero depende de nosotros y aspirar a ella es algo razonable. Considerada como algo que se halla circunscrita al ámbito de nuestro propio ser, es aquello que la vida nos debe, y que escapa a toda moral convencional. Así, sin complejos de culpa, es natural buscarla como afirman los seres de mente sana y limpia.  Y el amor, que es búsqueda y fracaso al mismo tiempo, se experimenta en las diferentes etapas o estaciones de la vida: desde la infancia, el relativizado y erótico de la juventud, hasta el amor tardío y melancólico de la vejez. Pero hay quienes se quedan con la esperanza de que aún exista ese amor único, que absorba la vida entera, aunque sea inalcanzable al pretender ser absoluto.   Porque detrás de cada experiencia buscamos la plenitud, que siempre será un sentimiento real y por ello, a veces, nos aferramos al último amor como hálito mismo de la vida.  Así, en este orden, podremos deleitarnos con las reflexiones de un autor, que busca extraer de su experiencia con la literatura, profundas enseñanzas para la vida, desde su propia madurez. 


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