ESTUDIOS CRÍTICOS SOBRE NOVELA COLOMBIANA, Alvao Pineda Botero



Alvaro Pineda Botero, Estudios críticos sobre la novela colombiana, 1990-2004. Colección Krenes, Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2005, 417 págs.


NUEVOS ESTUDIOS CRÍTICOS SOBRE NOVELA COLOMBIANA


Estudios críticos sobre la novela colombiana, 1990-2004 de Álvaro Pineda Botero, es una juiciosa selección de novelas publicadas en este lapso de tiempo, que nos da una idea concreta de la producción colombiana de finales del siglo XX y comienzos de esta centuria, su temática, peculiaridades y aciertos creativos de importancia para el desarrollo de la literatura. 

Se trata del último trabajo del conocido escritor y crítico colombiano, que de esta manera contribuye a despejar el panorama de nuestra literatura y el quehacer literario más reciente, cuya extensión (sesenta novelas), es de por sí significativa por la valoración que realiza de las obras, con la propiedad y concisión de quien domina el oficio de la crítica y ha reflexionado sobre ésta, tal como puede verse en sus trabajos Teoría de la Novela, La fábula y el desastre, Del mito a la postmodernidad, entre otras, además de aquella serie que antecede a la obra que aquí se comenta, y que abarca la producción novelística entre los años 1650-1931 y  1934-1985.

Sabemos que su mirada crítica del autor se caracteriza por la precisión de los juicios valorativos que median sin estragos de “egolatrías” entre el lector atento y las obras que comenta, con el ánimo de abrir nuevos caminos de reflexión sobre la literatura y sobre todos aquellos fenómenos que la afectan directa o indirectamente dentro del vasto campo de posibilidades que le es inmanente.  Además, con la virtud de detectar su materia sensible y su trasfondo ideológico, filosófico, psicológico, histórico, con fluidez y verdadero conocimiento de una tradición.

Así, se encontrará un repertorio de temas y autores consagrados cuya realidad ficcional parte en muchos casos de lo regional o lo periférico, con pretensiones de universalidad a través de sus personajes, problemáticas que encierran o el surco ideológico o histórico que entreabren, con propuestas narrativas originales o complejas, o que nos presentan una realidad convulsa, caótica y fragmentaria de sujetos y objetos en crisis, que corresponden a la postmodernidad.

El análisis más detallado y profundo de algunas obras, nos permite hacernos una idea concreta de los múltiples caminos de la narrativa colombiana en estas últimas décadas que ha estado por fuera del boom publicitario o después de haber pasado por cierto “éxito” editorial, son valoradas juiciosamente.  Así aparece Amirbar (1990) de Álvaro Mutis, que narra lo que parece el final de la vida itinerante de Maqroll el Gaviero, Cantata para delinquir (1991), de Álvaro Gómez Monedero en la que se plasma la experiencia de  un colombiano expatriado en Miami bajo circunstancias dramáticas; El gran jaguar (1991) de Bernardo Valderrama Andrade, que desde la épica reinterpreta la cultura de los Taironas destruida por la Conquista.  También aparece La otra selva (1991) de Boris Salazar, que tiene como protagonista a José Eustasio Rivera autor de la Vorágine y con elementos detectivescos entrecruza episodios de misma con la vida de su autor, o Una lección de abismo (1991) de Ricardo Cano Gaviria, que recrea múltiples facetas de la cultura europea de comienzos de siglo, haciendo uso del género epistolar desde distintas voces narrativas.  La risa del cuervo (1992) de Álvaro Miranda, novela postmoderna al igual que Opio en las nubes de Chaparro Madiedo, nos muestra eficazmente un mundo con ausencia de valores trascendentales.  Por otro lado, El señor que no conoce la luna (1992) de  Evelio José Rosero, desde lo onírico propone una curiosa oposición de vestidos y desnudos recreando mitos del inconsciente colectivo como la antropofagia y androginia, entre otros. En Ceremonia culta (1993) de Germán Silva Pavón desaparecen las señales del narrador y se cuestiona la realidad del mundo y la cultura, sometiendo al género a las leyes del carnaval. Otras novelas como El caballero de la invicta (1993) de R.H. Moreno, El resto es silencio(1993) de Carlos Perozzo, o la Virgen de los Sicarios” (1994) de Fernando Vallejo, son revaloradas por sus propuestas interesantes, juegos metaficcionales o lingüísticos que exploran diversas posibilidades del género.

Además, hay novelas de sátira con tintes carnavalescos como Tarzán y el filósofo desnudo (1996) de Rodrigo Parra Sandoval, que representa la cultura académica colombiana y aquellas que abordan la temática de la violencia como “!Ah mar amargo!” (1997) de Oscar Castro García, sobre el Medellín en la década de 1990.  Hay otras muestran el paso de la premodernidad a la modernidad en diferentes espacios y contextos como El último diario de Tony Flowers (1998), o Cuarta batería (2001) de Eduardo Zalamea Borda., o que retoman algún clásico como La última muerte de Wozzeck sobre el héroe de Georg Büchner, escrita por Fernando Lleras de la Fuente (2000). Finalmente están las que pretenden inaugurar el inicio de la hipernovela  o novela virtual con manual de instrucciones frente a la pantalla del computador, como en la obra Gabriela Infinita de Jaime Alejandro Rodríguez.

Así, podemos ver que muchos autores continúan una trayectoria fijada en libros anteriores, o apelan a la historia explorando nuevos lugares de la geografía nacional con diferentes propuestas, o que adoptan viejos paradigmas novelísticos (la épica, la sátira, la novela epistolar, etc.) con tratamientos novedoso. Pero sobre todo, persiste el deseo de mostrarnos una realidad creíble que supere el mero experimentalismo dentro de las técnicas más novedosas, lo cual es de esperarse en un verdadero escritor, en la búsqueda de una eficacia expresiva, cuyo logro depende de muchos factores; entre otros, del talento y la seriedad con el que cada cual asume su oficio, y de la habilidad para interpretar y crear mundos posibles que convenzan al lector

¿Qué pensaría un escritor como José Eustasio Rivera, quien a principios del siglo XX se quejaba de la falta de imaginación de los escritores de entonces, incapaces de crear personajes con vida propia, que no se olviden fácilmente?  En ese momento, aducía cierta deficiencia en la facultad creadora, que sólo se desarrolla con la observación, las lecturas y los incidentes que ofrece la propia vida.  ¿Se sorprendería entonces de que la audacia e inventiva de nuestra novelística, no siempre son fruto de la observación atenta de la vida?.

Con este interrogante podríamos mirar el desarrollo de las propuestas narrativas colombianas, cuyas tendencias, repliegues, mundos creativos y mitos, no pasarán desapercibidos por la crítica literaria. La obra, además contiene una completa recopilación bibliográfica de las novelas publicadas desde 1650 hasta el 2004,  que es sin duda una valiosísima fuente de consulta para los estudiosos. NELLY ROCIO AMAYA MÉNDEZ. Periodista. Magíster del Instituto Caro y Cuervo.

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