LA NOVELA DE GENJI II. La catástrofe. Murasaki Ahikibu
MURASAKI
AHIKIBU
La novela de Genji II. La
catástrofe. Segunda época. Versión, comentario y notas de Xavier
Roca-Ferrer. Barcelona: Ediciones Destino, S.A., 2006, 841 págs.
Tema: Historia novelada de la vida
cortesana japonesa en tiempos del emperador Ichijô, que muestra la vida y
peripecias del príncipe Genji, quien accede al poder por su habilidad y méritos
y se casa con mujeres de la corte, hasta su final retiro. La narración se
extiende sus descendientes por cuatro
generaciones más.
Esta novela, considerada una obra
maestra y un clásico de la literatura japonesa de todos los tiempos, narra a la
manera de un gran friso histórico, la vida cortesana japonesa del periodo Heian
(794-1185), durante el reinado de la emperatriz Akiko, mostrándonos sus costumbres, su cultura, formas de
pensamiento, sucesión del poder, en momentos en que la figura del Emperador iba
perdiendo terreno y el control de los resortes políticos, lo ejercían familias
poderosas como los Fujiwara que dominaron la corte durante el s. IX y XII,
principalmente.
De su autora, Murasaki Shibiku
(978 - 1026), aparte de ser novelista y a la postre, una de las escritoras más
importantes del país, no sabemos gran cosa, pues se conoció con el sobrenombre
de Shikibu-Shô (referido a su posición social y familiar), desconociéndose su
verdadera identidad. En cambio, se sabe
que al casarse con Fujiwara Nobutaka, ingresó en la corte, destacándose por su
extraordinario talento gracias a la educación recibida por su padre, por lo que
escribiría un diario sobre la vida cortesana que luego, a la muerte de su
esposo, se convertiría en la extensa novela de Genji. Posteriormente, llegaría a ser la segunda
Kôgo (esposa principal) del emperador Ichijô.
La narración se centra en las
aventuras del príncipe ficticio Genji (nombre del clan Minamoto), quien por
diferentes motivos políticos es degradado a plebeyo e inicia su carrera como
oficial del Imperio. Alejado del poder
desde su infancia, tenía prohibida la sucesión del trono; pero al beneficiarse
de unos emolumentos oficiales, termina por recuperar el poder. Ya en
condiciones de legar a sus descendientes, se casa con Murasaki, a quien ama
profundamente, y aunque no logró darle descendencia, la sigue después de su
muerte, al abandonarlo todo y tomar el sendero sagrado del Buda junto con su
amada. Entre tanto, debe mantener a otras esposas como a Fujitsubo (Tercer
princesa e hija de un ex emperador), Aoi, así como a numerosas concubinas y azafatas de la corte.
De esta manera se cumplirá la
trayectoria de su vida desde su infancia y juventud, su ingreso en la corte (en
medio de éxitos y desventuras), su exilio final y su muerte, para continuar con
la narración de sus descendientes que sobrepasan al héroe en cuatro
generaciones más. Pero será Genji el que encarne las virtudes de la nobleza en
un momento histórico de transición, ya que por sus méritos se gana el respeto y
la admiración de todos los que lo rodean. Como héroe romántico, se destacará
por su fidelidad a Murasaki, su sentido del honor y el deber, fina su
sensibilidad y espiritualidad, mientras se describe la vida de las mujeres de
Genji, que dan muestras de aristocrático
refinamiento en el ejercicio de las artes (principalmente la música), y el amor
a las bellezas de la naturaleza.
En la segunda parte los
descendientes oficiales y secretos de Genji, Niou y Kaoru, y otros personajes
secundarios, protagonizarán numerosas escenas de poder y erotismo, en donde
también se muestran sus virtudes y defectos al emprender su carrera hacia el
éxito, y su búsqueda del amor, aún contraviniendo muchas de las normas
imperiales, como correspondería a un momento histórico de relativa calma y
prosperidad que le dio mucha importancia al cultivo de las artes,
principalmente a la literatura, la poesía y la música, lo cual era signo de
mérito y distinción.
Quizás lo más notable, es el
tratamiento de los temas que preludia, como lo ha dicho la crítica, la gran
literatura universal posterior de todos los tiempos, como Shakespeare, Tolstoi,
Cervantes, Proust e incluso Virginia Wolf; pues al ahondar en el alma y la
psicología de los personajes, con un
realismo y detallismo sorprendente, se adelanta en muchos aspectos a la novela
moderna occidental. Pues por fuera de la
idealización épica, los personajes persisten en su búsqueda del honor y de
aquellos valores supremos propios del budismo (o sintoísmo en algunos casos),
que considera la impermanencia de todas las cosas, en medio de episodios llenos
de intrigas, infidelidades, celos, envidias, rivalidades, pero también de
acciones nobles, sacrificios, y
generosidad propios de la nobleza, dentro de un marco natural caracterizado por
el paso de las estaciones que contribuyen con su belleza y perfección, a la
reflexión filosófica budista.
Pero por otro lado, al retratar
la vida mundana de la corte, se muestra la posición que ocupa la mujer de la
época imperial, considerada un ser inferior, apenas un bien deseable que
se poseer desde su más temprana
juventud, y que sólo accede al poder por
su belleza y natural talento para alegrar la vida de los hombres. Pues como dice Genji, refiriéndose a
Murasaki: “¿con quién iba a compartir
los placeres o a soportar el tedio de este mundo impermanente? Un mundo que
sólo veía en ellas seres inútiles y carentes de sentimientos, e incluso parecía
reprochar a sus padres que se tomaran la molestia de educarlas” (p. 251). Era
un mundo en el que la mujer debía sufrir y callar estoicamente.
Refiriéndonos a su prosa, hay que
decir se trata de un estilo impecable, que pasa en contadas ocasiones, de la
tercera persona a la primera, dejándonos ver de manera tímida y delicada -como
detrás de biombo japonés-, el pensamiento de la narradora, dentro de una
peculiar invisibilidad que le da predominio a la escena. Además el intercambio frecuente de poemas
(improvisados por los protagonistas), como una forma habitual de comunicación e
intercambio de sentimientos entre los protagonistas, le confiere a la escritura
una calidad inusitada y un verdadero tinte poético.
En suma, estamos frente a una
obra maestra, que con esta traducción y edición, llega de manera completa al
castellano, lo cual nos permite apreciar la vida y cultura de toda una época
casi vedada entre nosotros, gracias al ingenio y talento de una mujer que
aunque casi anónima, supo ganarse un lugar destacado en la historia. NELLY
ROCIO AMAYA MÉNDEZ.
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