MORTAJAS CRUZADAS, Lina María Pérez
MORTAJAS CRUZADAS, Lina María Pérez. Editorial Planeta Colombiana S.A., Bogotá,
abril 2008, 233 págs.
LA MUERTE ES EL REFLEJO DE UN JUEGO DE MÁSCARAS
Un escritor cercano a los cuarenta,
Adolfo Valdivia, obsesionado con la muerte,
padece una agobiante crisis creativa y decide lanzar el anzuelo con la
ayuda de una joven estudiante de sociología y aprendiz de cronista, quien por
casualidad sostiene entre sus manos una página del diario con los avisos
mortuorios, encargándole tomar apuntes sobre el comportamiento convencional de
los entierros.
Así, apostándole a una mentira
creativa, se inicia la trama de esta novela, de Lina María Pérez Gaviria
(Bogotá, 1949), que ahondará en este mundo inédito, donde es posible
desentrañar todo tipo de artilugios, de realidades maquilladas de verdades, de
conveniencias y negociaciones con la eternidad que provienen del más acá, un
mundo de corrupción que hace de la muerte un negocio lucrativo, reflejo de una
realidad social más compleja, donde los
valores se pervierten por la fama o el dinero, y es posible encontrar
diferentes posturas existenciales frente a la vida.
Desde el primer momento, vemos a
Oliviana Ovalle, frente al cadáver de María Ignacia Cortejo, una mujer rica, de
la que imagina los secretos que hayan podido guardar esas manos de difunta, que
parece aplastada bajo aquellos íconos eclesiásticos, recordándole los horrores
y miedos infundidos en su niñez, pero que ahora rescata erotizada por la piel
de su novio Lafinur. Ella, que aprendería de su madre a asumir la existencia como un enorme
crucigrama en la que atinar significa dar con las palabras precisas, irá a
descubrir poco a poco en este mundo funerario, extrañas coincidencias y
comportamientos fuertemente codificados según el estrato social (Norte,
Chapinero, Teusaquillo, La
Soledad y Palermo) donde el sentido de la culpa,
tradicionalmente manejado por la religión con su tráfico de indulgencias,
parece trasladarse a los familiares, ante el temor de no poder cubrir los
gastos de los entierros, y donde se trafica con todo tipo de artilugios.
Y a medida que colecciona visitas a
los velorios, guiada por las crónicas rojas de los periódicos (“las muertes
violentas destilan más sangre en la lengua de la gente y en la crónica roja que
en el cadáver de la víctima”) para
rendir informes a Adolfo Valdivia (escritor en ciernes), nos enteramos de
las contradicciones y farsas del mundo
en el que se desenvuelve este personaje, rodeado de pseudo-intelectuales,
actores, artistas, gente de farándula y negocio, que se mueve alrededor de la
fama y el dinero y que contrastará con su propio mundo de estudiante que ha
aprendido a mimetizar su endeble vida emocional con firmeza, subsistiendo
gracias a su ingenio, entrando también
de manera confusa con un mundo clandestino de riesgos y mentiras y falsas identidades,
el mundo subversivo y clandestino en el que se desenvuelve su novio-
fantasma.
Así, a medida que entra en contacto
con los personajes que rodean a Adolfo, se van incorporando en el relato otras
voces que dejan ver su problemática existencial y humana, (cada cual cosiendo
su propia historia), para conformar con verdadero caleidoscopio de máscaras y
reflejos en los que se pierden las huellas del narrador. Y a la zaga de esta
colcha de retazos, se hallan los fragmentos de la pretendida novela negra,
(“mortajas cruzadas”), aunque de pocos vuelos, que pone una vez más sobre el
tapete detalles secretos de la industria funeraria, por boca de un hombre común
y corriente, Humberto Pantoja, quien lleva la contabilidad en una mansión del
barrio Palermo, al mismo tiempo que planea liberarse de los asedios de Sara
(más interesado en Mariana, una ingrata vendedora de sufragios), y a quien
termina por entierrar con ayuda del gato Califa que vive allí.
Así la novela se desenvuelve por
medio de vericuetos, historias verdaderas o ficticias que construyen un variado
tapiz, y donde la ironía se cuela por doquier siendo los personajes invitados a
este baile de máscaras donde la muerte, esel invitado de honor, pero a la vez
el tópico que permite desacralizar su propio mundo ritualizado por la
costumbre. Sin embargo, nos queda la conciencia de su protagonista por adquirir
una conciencia crítica, sabiéndose también parte de esta “parranda de expertos
simuladores y acróbatas curtidos como casi todos los mortales”, que busca
afirmarse a través de la escritura y el amor, encontrando en Oliviana, su
ayudante, una nueva de oportunidad para su vida.
Es otro gran acierto de Lina María
Pérez (una autora ya probada en el difícil arte del relato corto acreedora de
importantes galardones), que con esta su primera novela, nos demuestra una vez
la madurez de su estilo, su audacia narrativa, así como su capacidad para
desenmascarar mentiras enquistadas en una sociedad como la nuestra, hipócrita y
llena de contradicciones, poniendo en juego diferentes géneros como la crónica,
novela negra, el relato policíaco, los crucigramas, y todo tipo de alusiones,
lo que nos deja la sensación de que la escritura, como la vida, es un gran
palimpsestos que puede revelar y ocultar al mismo tiempo sus propias huellas. NELLY
ROCÍO AMAYA MÉNDEZ. Periodista y crítica literaria
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