EL SON DEL SILENCIO - POESÍA


  EL SON DEL SILENCIO

Poemas




@Capote Azul Ediciones 
Impreso e Bogotá, Taller gráfico Cra. 14 No. 70 A-55
ISBN: 978-958-34-1022-8
(Obra publicada en junio de 2009)

 

 

 Prólogo del poeta Jaime García Maffla

"Por el presente poemario de Nelly Rocío Amaya Méndez hay que afirmar: cierto es, sí, que sólo podemos recibir mensajes con alguna medida de verdad de parte del Silencio.  Un conjunto de versos que se tejen muy cerca de lo lacónico, y que por ello mismo se sitúan más cerca de lo intuid, y de lo evocado, esto es de lo ausente.  Aquí su primer valor trascendente en cuanto al motivo, en cuanto a la razón vital o a su necesidad.


Luego vienen los logros de la composición, que también se diluye en secuencias, más que aproximándolo al lector, llamándolo para que se sitúe, no de cualquier modo sino entrañablemente, al lado suyo.  Sí, otra vez: los pájaros son una figura y la más depurada de la memoria.  ¿Está en posesión nuestra únicamente aquello que perdemos? Pero este estar al lado habla también de otra instancia que atraviesa al lenguaje poético: lo que no alcanza a ser, al borde del abismo o de la Nada, en la sombra como recuerdo de lo que no se pudo lograr. ¿Y no es, acaso, esta otra forma del encuentro, esta búsqueda real ene lo más hondo o en lo más puro, lo que quería Mallarmé?

Aquí, con el habla en poesía, aparece el canto, origen de la lírica, pero en un valioso universo de afectos y palabras, dentro de un verso ya maduro, decantado por la experiencia de lo poético y la lectura consciente de la más alta poesía.  El poema aquí, de delicada factura próxima en algunos casos a la expresión lírica tradicional, nos toca becquerianamente. Hay un yo que es el tú, como hay un tú que es el yo de la autora, en quien se revelan otros voces próximas y amadas a través de lo más esencial de nuestra poesía.

Claros y bellos poemas, sustentados on tradicionales vocablos de resonancias inéditas. una campana, una azucena, una sombra, remotas auroras, un huso sin hilo, la lluvia o los encuentros furtivos, el mar y sus mutaciones.  Pero también la música, una guitarra o violonchelo, como aspiración y deseo, en todo lo tocado y lo vivido.  Poemas que en suma hablan de un eterno regreso, del mismo modo que toda despedida es un encuentro.

¿Se debe prologar o más bien saludar a acompañar un volumen de versos?  Tal vez sólo eso último, cuando se ha reconocido su altura y su hermoso hablar en signos que hacen de sugerencias –a veces de reclamo–, porque el poema siempre llama a algo o a alguien que debía estar.  Gracias a ello en su lugar se da la experiencia poética, ésta que queda en nuestras manos y en lo silencioso como un son que al fin, alcanzamos a oír más plenamente, no sobremos nunca si en forma de habla, roce o de aleteo.

 




De la memorable crisis
O fue
El acontecimiento
Cumplido en vista de todo resultado nulo
Humano
NO HUBIERA TENIDO LUGAR
Una elevación ordinaria hacia la ausencia.

Mallarmé



AUSENCIA  I (1991)

 I


Sombra diluida entre mis manos
Eterno monólogo que me debe la materia
Un beso anulado por la insaciable espera.



II

Ya nadie regresa
Donde ha signos de desolación.

¿Para qué alumbrarse de tiernas palabras
Si los abismos rodean las orillas?

¡Quiero llamarte!
Mas faltan lunas donde anidar los recuerdos
Palabras que devoren mis cementerios.


III

Espacio ignoto como la estrella
Que alumbra indiferente al vaivén de mi mudanza:
¡Cien ojos para mirarte!
¡Puro impulso para el ciego!

Rumor de lejanas canciones
Y de presentimientos
Que nombran las auroras.


IV

Desnuda
Cabalgando en la inocencia
Mi pierna se debate en la penumbra
Sola
Desprovista de tu cuerpo


V

Por fuera del camino que me conduce a ti
Abrazaré el instante, el asalto y la derrota
Dispersaré las hojas del mañana
Y cortaré la uña que delate tu recuerdo.


VI
En este día
Atravesaría el muro de llovizna que nos separa
Y viajaría
Al otro lado de la noche
Expurgando
g
o
t
a
a
g
o
t
a
La morada de la muerte.


VII

Sus manos imprecisas
Ciñeron el tamaño justo de mis senos.

Su boca, casta y pura
Acunó el clamor de mi silencio.

De sus sílabas elementales,
Extraigo todavía la fibra de mis huesos.


VIII
Sucederá inevitablemente:
Las frutas como las mujeres
Se pudren en los manzanos
De tanto acariciarlas
Por encima de las sombras.


AUSENCIA II  (1993)




“En torno de esta inmensa
Soledad gira y gira
El desmedido anillo
Del horizonte en vano“.

LA AUSENCIA
(Meira Delmar)


I
El porvenir aquí tan solo es la pereza
Como las hebras dormidas con las que estiro mi cuerpo.

Condenada a esta mirada de biombo
El mundo perdió su unidad
Y la mano la persigue inútilmente.



II

El silencio me rodea lentamente
Y se pierde en la garganta del aire.

Voces irrumpen en la tiniebla dulce
Revelando su delirio repartido entre las dunas.

¡Es el amor perdido en el desierto!

El recuerdo de sus gritos me estremece
Tras la aldaba de una puerta.


III

Lilas amarillas despiertan en mi corazón.

Con su aroma
Los jardines inauguran el combate
Que crece,
Y se prolonga en otro tiempo.



IV

Mi amante no sabe retenerme
No conoce mis secretos
Ni escucha mi armonía.

Llego hasta su cuerpo
¡Como se llega a un alero!
Bajo la lluvia.


V

La luz
Pretende el asta de la sombra
Y se desvela,
Por alcanzar su frente.


VI

El cielo
Se bebe las alas de los pájaros
Y permanece
Solo
En la memoria


VII

La risa aletea con su demonio
Y se desprende
Alevosa
Por las llamas.

VIII

El huso no tiene hilo
(Por eso mira el silencio)
Un huso sin hilo resbala
Entre los dedos del tiempo.

IX

Quisiera refugiarme
En el color de esa rosa:

Brillante
¡Muda de alegría¡
¡¡Mojada por la lluvia¡¡




MUTACIONES I (1996)




“Y siento estremecerse en mí
algo que se agita,
que quiere elevarse”.

(Marcel Proust)






I
En el fuego eterno
Las mujeres sueñan
Con intensas azucenas.

Brazos de niebla
De repente,
Despiertan la materia.

Noche alada:
A su cintura,
Soles inmensos llegan.


II

De pronto saltas tú,
Dionisos
Y me envuelves en la magia de infinitos recuerdos.

Entonces,
busco mi cuerda apasionada,
tierna e inocente.


III

Un viento redondo
Se bebe aquella vela que se entrega.

Unos pasan con la muerte en sus sonrisas;
Otros,
Con su vaso y su gotero
Para contemplar el acto.

!Los lirios se estremecen
Con el grito de sus ojos.


IV

Su presencia generalicia
Prendió las voces disueltas en el lugar.

Corrieron a los locales
Cada uno con su antorcha,
Y por el camino vencieron
A una garganta seca.

Cuando llegaron a la meta:
!Sus cuerpos se extinguieron
Con la llama de su sangre!


V

El corazón se subleva
Bajo los rayos tenues
De un cristal sin sombra
Bajo los soles inquietos.

Es la hora del delirio:
Y una mujer persiste
Con su elástica curva
Sobre todos los cuchillos.

¡Y cómo se reclina!
Bella suave luz sin sombra
Sobre las aguas espesas
Donde tanto se ha mecido,

Que no sabe de temores
Si se interna con la noche
Como inventase el tacto
Para apagar una estrella.

VI

Ya viene por las estrellas esparcidas por tu cuerpo
Y torpemente avanza ese mamut asesino.

Quiere llevarse los besos de tus pies sobre la tierra
Y hacer un montón de piedras para escarnio de los dioses.

Pero no encontrará tus huesos ni tus ojos ni tus manos
Esparcidos como flores en todas las primaveras.

VII


¡Oh Dios que moras bajo el agua!
Cuando tiendas tu manto de espuma
Y tus dedos alcancen las estrellas
Habrá una mutación de peces sobre la tierra.




MUTACIONES II  (1997)




“Llevar la voz en canto, como flor de sonido,
por las naves del aire, por las torres del heno
y la espada finísima del trigo“¨
ARTE SONORA
(Margarita Michelena)






I

VIOLONCHELO

He conocido un amante
Que tiene cuatro luceros.
Un amante que me llama
Con sigiloso deseo
Cuando en las horas de ausencia
Reclama el calor de mis dedos.

He conocido un amante.
Con su cuerpo casi eterno,
Tan paciente cuando espera
Tan altivo cuando llego.

¡Violonchelo! ¡Violonchelo!
¡Fuego cuando toco tus aceros!


II

GUITARRA

Cuánto han esperado mis manos
Para sentirte más cerca

(Más allá de las olas del mar
A pesar del olvido)

Te quiero,
Porque me hablas con tu múltiple armonía
De las cosas que son mías.


III

Cuántas veces he sido una campana
Que al silencio se doblega
Una campana triste
En su torre de azucena.

En su entorno crece mudo el horizonte
Reflejado en su vacío
Y un badajo misterioso se sostiene
En el aire adormecido.

Si he callado ha sido para ver
Que se mezclan en la altura
Los metales más oscuros que corroen
Su sonido sin figura.


IV

¡Alta roca de silencio!
En tus grutas interiores ha soñado
El agua sus secretos más distantes
Y el viento sus faenas más amargas.

Hazme de tus hijos bien nacida
Eterna flor que nace en las fronteras
De la noche que en tu frente se persigna.

Alcánzame tu mano enardecida
Pues inmune te levantas
Evitando el asalto y el derrumbe.


V

Después de la tormenta
Navego en aguas tranquilas
Y reconozco mis remos.

El agua salpica mis oídos
Y el horizonte me promete
Ese silencio anhelado.

La dura identidad de los recuerdos
Ya se escucha como un eco
Que remonta tras la barca
Y avanza,
Con el paso del río.


VI

Sobre el campo arenoso un tiempo fértil
Anuncia sus hilos interiores.
Alguien viaja a son de bicicleta
Por los ríos de nostalgia:

Hijos que acumula el viento
Bandada de sonidos por el aire.

Un destino que convoca las simientes
Con el sueño del instante amanecido,

Se hunde entre las ondas de la espuma
Tras un viaje por los ramos del olvido.

La paloma ensangrentada ya se bebe
Sus lunas de suplicio

Y el sol avanza con la sombra

En silencio...

Con alas de rocío.




JUEGOS EN EL MAR (1998)


"¿Sabes tú, dime, falso cautivo de las frondas
Golfo devorador de las carcomidas verjas,
En mis ojos cerrados, fulgurantes secretos?"
                                                                                                        El CEMENTERIO MARINO
                                                                                                                            (Paul Valéry)




I

Bajo el dejo cotidiano de palabras sonoras
Que se escuchan solitarias con su pálido metal
A veces me sumerjo en el coro de orquesta
Para escuchar el eco de las olas del mar.

Con su ritmo cristalino ya se afinan lo cordajes
De los peces errabundos que se mudan de lugar
Y una sombra marinera anuncia su equipaje
Con su vieja melodía que comienza sin cesar.

Yo me quedo suspendida despeinada por el aire
Y mi cuerpo estremecido alcanza a murmurar
Un juego de palabras que a la playa reduce
Y un sin fin de nostalgia que a las olas interroga.



II

El mar se bebe las gotas
Y el círculo sus líneas
Haces de luz descienden a la orilla.

Recuerdos esparcidos en la sombra
Donde pasan golondrinas
Con un batir de las se iluminan.


III

Quisiera ver el mundo saliendo de la sombra
Saltando luminoso tras la aleta del agua
HALLAR el tiempo ausente
Perdida entre las olas

Para encontrar de nuevo
El eco de los sueños.

Quisiera ver el mundo saliendo de la sombra
Y el amor encendido
A solas con tu nombre.


IV

Yo vi a la Luna un día vencida por el mar
Abrazaba los segundos con las hebras de su vientre.
Sus párpados caídos, turbada y moribunda
Miraban con su lupa para atraer el mar.

El mar la había tenido para él toda una noche
Quedándose dormidos bajo pesada ola;
Los caballitos verdes miraban desde el centro
Mientras la sal crujiente la penetraba toda.

Qué diera por ser luna vencida por el mar
¡Prisionera perdida! ¡cegatona temprana!
Luna que se extiende hasta los arrecifes
Piel de musgo prendido cuando llegan los naufragios.

¿Será que aquella luna se duerme cor el mar?
Yo la vi otro día con rostro de coral;
Sus manos sudorosas cubrían su beldad
Y con pudor huía para dejar el mar.


V

Las olas en el mar levantan
Un polvo fino de ausencia y su perfume.

Yo las miro extasiada desde el centro
Persiguiendo con mi cuerpo su jardín.

Mas una ola arremete
Y el pie desnudo vacila
A cada intento por seguir.

Entonces, el mar se enfurece
Y un sueño azul adormece
A mis párpados tranquilos.

VI

Mar
Juego mortal donde persisten sirenas.
Detrás,
Todo el polvo que las cubre.


VII
El polvo que persigue la ola
Fue un día testigo del viaje.

Un ciego marinero lo condujo
Solo junto al mástil
Donde todavía insiste.


VIII

Mar:
Variación de voces moduladas.
Nocturna integridad de los adioses.

(Del libro inédito PALABRA NO DICHA)

PRESENCIAS

  (1989- 2007)  





 “Cuerpo que no camino sino
   por constelaciones de incandescente destierro...”
  PENSAMIENTOS DEL AMANTE
  (Fernando Charry Lara)






I

Mis pocas palabras son para nombrarte
Y decirte las cosas que presiento:
Si el deseo aproxima nuestras bocas
Y el aroma desde lejos el encuentro,

Este viaje solitario se eterniza
Con el agua que se fuga con el viento
Y su nube misteriosa se deslíe
En caricias de pétalos inmensos.

Mis pocas palabras son para nombrarte
Y decirte las cosas que presiento:
Ya la tierra me inunda con sus goces
Nocturna claridad de los momentos.


II

En la tarde
Como llegan los sueños repartidos
El alma añora su paisaje
Te miraba llegar desconocido
Me sentías despertar junto al boscaje.

Con el ansia del amor aparecía
Un temblor imperceptible en tu semblante
Y tus manos sin pensar ya se veían
Enredadas en mi cuerpo por el aire.

Esa tarde silenciosa te miraba
Con la sed de adolescente confundido
Reclamando con tu boca mi presencia
A la hora de caer adormecidos.


III



La escuadra de su pie sostenía
Su universo de armonías inconclusas.

La fibra de sus manos recorría
Sus cuerdas confundidas con las mías.

El mechón de su pelo
Su esbelta y tenaz melancolía
Una guitarra de inesperada ternura.

Un reloj imaginario
Huyendo del tiempo encerrando
Y encerrando entre sus venas
La canción continental.

Preguntabas por mi nombre
Enebrado como un puente
En una estrella de enero.


Pero a pesar de tu canto
Y el mío,
Tus ojos reflejaron el abismo.


IV

Trovero

Tu querido agolpamiento de nostalgias
Transformó tu faceta cotidiana
Que quisieron tal vez,
Menos seguida de ecos
Tras pacífica piel de porcelana.

Pero el verde de tus campos
Sembraba entre tus ojos
Mil voces libertarias llamándote
Al crepúsculo.

Y días de desvelo
Te alejaron de mis manos
Dejando en una trova
Tu esperanza,

Ahora en otras tierras
Con tu musa y tu guitarra.


V

La partida

De Michelet el ideal humano
Quise verter en tu cabeza un día
Mi corazón pondría la herida
Que cauterizarías con tu frente.

Con tus palabras de embriaguez soñé la muerte
Dulce en que me perdería
Pero tu desnudez me reveló la suerte
Del imposible fuego azul que te rendía.

Una partida de ajedrez abrió mi mente
A tu impasible soberanía
Traspasando el umbral tranquilamente
Sin perder un minuto de la vida.

Rescataré mis torres del abismo
El caballo girará furiosamente
La dama fiel entregará su suerte
A esta partida que la salvaría.


VI

De paso

Su sombra avanza como el sueño
De un lejano río que no cesa.
Si se baña entre sus aguas
Su cuerpo resplandece apaciblemente con la luna.

Y si regresa,
Para escuchar la corriente del tiempo
Replegado
En el abanico nocturno,

Se queda silencioso a contemplar su sino
Y luego se desvanece
Como abre y cierra su cuerpo
Con el filo de sus manos.

VII

Espejismo

Cuando el recuerdo del amor ausente
Aún no quiere abandonar el cuerpo entristecido
Llega un sueño moroso desde lejos
Como se vuelve de un país antiguo.

Calles parajes y una casa desierta
El brillo mohoso de anaqueles perdidos
Tierras lejanas bajo un cielo remoto
Hombre y mujer en un tiempo nacidos.

La alegría que llega a su semblante
Trayendo los recuerdos que se han ido
Y el silencio largo y breves frases
Ponen de presente el espejismo


VIII

Día de Reyes

Su música es como el mar
Tras un extenso campo de olivares
Más allá en los arrecifes
Una ola agitó su corazón.

Su cuerpo es una ballena perdida
En un pequeño lecho de trigales
Que oculta bajo sus hojas
Un secreto tulipán nocturno.

Sus ojos guardan el brillo lejano
Con que Johann Sebastian Bach tuvo sus amores
Un niño perdido huye hacia el vacío
De las invisibles formas humanas.

Sus manos dibujan el crepúsculo
De viejas melodías orientales
Con el golpe lento de una llama
Inflamas la estrella de oriente.

IX

Sin ti

Aquí estoy
En una extraña pausa
Abierta aún a la inocencia del olvido

Volveré sobre tus pasos mudos
A recoger el eco de tus voces
En esta tierra de nadie

Aún busco la palabra que te nombre
Sin nombrarte
Tras la lluvia que golpeara como un ángel
La estación de la alborada

(O es el hueco de mis manos
Que persigue entre la sombra
La forma de su cuerpo
Repentinamente vuelto hacia la NADA)

Sólo el viento que sostiene entre sus nubes
La sed de tu figura
Me consuela en este día que señala
Tu propio pensamiento.

X

El torero y la rosa

Llegas como el arcángel
Con su capote verde
Para encender el fuego
De mi alma.

Tu voz de contrapunto
Solar y primitiva
Desde un pasado eterno
Me arrebata.

En la arena del crepúsculo
El toro milenario se desangra
Y un pase misterioso ya contiene
Como al pájaro sus alas.

De pronto entre sus ojos se perfilan
Lejanas ciudades de plata
Y una rosa cae inerte
En el centro de la plaza.


Abuela

Duermes
Ahora duermes un alto sueño
Ajena ya a todo lo que te rodea

Voces
Pequeñas voces te llaman
Desde la lejanía

Una madre perdida en el horizonte
Y a su lado,

Una joven con cuello a la marinera
Calla
Asombrada por la vida que florece

Y los hijos
Como un huracán en la memoria
Llegando para desatar tus manos

Pero la vida tiene también
Sus pequeñas recompensas:

Una mesa para tantos
El aroma de unos granos de café
Nietos y viznietos
Jugando con tu sombra

La sonrisa cómplice
Refugio de múltiple agonía


(Todos tienen
Algo que decirte)

Porque fuiste como el cedro
Que refresca con su sombra
A aquellos que le buscan

Y ahora duermes
En busca de los naranjos en flor
Aquellos que dejaste olvidados por el camino

Es hora ya de regresar
A la fuente sempiterna
Que te vio nacer
Para bendecir tus pasos

Es hora de contemplar el rostro
De aquel ángel
Que pronunció tu nombre
Para llevarte hasta el Altísimo

Pues regresas a la tierra
!Madre!
!Abuela!
Y de algún modo,

Vivirás por siempre entre nosotros.

 RETORNO (2007-2010)




  "La palabra nos sueña
   Todo transcurre"

  METAMORFOSIS DEL JARDIN
  (Giovanni Quessep)




I

Estos valles silenciosos me conducen
A una una infancia con ángeles de mármol
Meciendo con sus alas mi tristeza
De cielos azules bajo los párpados.

Bajo el cielo gris me siento sola
Visitando las águilas del viento
En sus alas sudorosas guardan
Los atardeceres viejos.

Yo esperaría el tiempo luminoso
Para inundar de amor todas mis venas
Pero siempre llega el ángel blanco
Con su viejo instrumento ya sin cuerdas.

En el sueño se rehacen esos valles
Con su cielo apagado en primavera
¿Retornará el corazón perdida
Al paso lento de la piedra?

II

La espera
Demasiado prolongada
Enceguece la mirada
Sobre las flores ocultas.

Mas abajo en el jardín
Flores amarillas cantas
Recordándome al unísono
Qué sólo el cambio perdura.

III

En un
Atardecer de bellas lejanías
La nieve silenciosa
Cayó sobre su pecho
Por vez primera.

Fríos copos de algodones
Humedecieron su vestido
En ese viaje postrero.

Sus ojos descubrían
En secreto su añoranza.
Cuando al mismo tiempo
Esos copos
Se internaban en su alma.

IV

La luna que platea sobre el piano
Como blanca mariposa
Deja su polvo dorado
En el teclado que roza.

Su evanescente sonido
Quisiera domesticar
Mas sus escalas sutiles
Regresan sin regresar.

Esa luna sobre el piano
Como kyoto japonés
Resuena entre  jazmines
Con una una taza de té

V

A veces la palabra nos sorprende
Como perdida en el fondo del agua
Y no sabemos de qué corriente viene
Después que el viento la empujara.

Rozar apenas la superficie indiferente
Ante su imagen inasible y clara
No tocarla y tocarla suavemente
Para entrever el cielo en que soñara.

A veces la palabra nos sorprende
Como si fuera el viento quien la llama
Al paso indiferente de los días
Sin saber el fodo de su alma.

VI

Hoy he vuelto a tocar el violonchelo
Aquel concierto de Camile Sans Säens
Y escucho de nuevo el silencio
Y el fulgor de sus metales
En un instante de olvido.

Pues todo lo que pasa
Vuelve siempre
De algún
En todo lo tocado y lo vivido.

VII

Su cuerpo vetigio de la memoria amada
Perdido en en el cielo inmenso del verano
Regresa a las calles olvidadas
Inocentes de cansancio.

Desde lejos presiento su mirada
Y el sonido blanco que la cubre
Mas de pronto en el aire reconozco
El eco de su voz audible.

A su paso de amante me sostengo
Como el sueño que busca su refugio
Y en el roce secreto del silencio
Iré sola y sin testigos.

                         -  .  -

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