PRIMERA BIOGRAFÍA DE TOMÁS CARRASQUILLA
TOMÁS CARRASQUILLA/vida, creación e identidad antioqueña. Álvaro Pineda Botero. Editorial Universidad de Antioquia, 2016, 254 págs.
Este libro de Álvaro Pineda Botero sobre uno de los escritores más importantes de fines del siglo XIX y principios del XX[1], Tomás Carrasquilla, constituye un excelente documento biográfico, único en su género, donde podemos conocer la trayectoria de toda su vida y su obra, cuya dimensión estética y humana lo coloca como una de las figuras fundamentales de nuestras letras, a la altura de Cervantes, Galdós o García Márquez.
En
efecto, después de analizar un corpus enorme producto de la investigación y la
lectura rigurosa, el gran crítico y también escritor antioqueño Pineda Botero,
nos revela la excepcionalidad de un estilo tildado comúnmente de costumbrista,
pero que pertenece a un realismo
descriptivo, apegado al terruño, con tramas sencillas y sin dramatismo; pero
sobre todo, con ese particular manejo del lenguaje que imposibilita la
traducción a idiomas extranjeros.
Así, con la más amplia y completa
información sobre su vida, sus lecturas e inquietudes, las obras de su creación
y el ambiente nacional e internacional en que transcurrió su existencia, se
logra una radiografía de la época hasta la escritura de su última novela (de
carácter autobiográfico) "Hace
tiempos" (1932-1940), con un lenguaje particularmente accesible a
todos los lectores.
Aquí podemos ver cómo transcurrieron sus
primeros años de formación en la biblioteca llamada del "Tercer Piso"
-que en realidad quedaba en el segundo-, y cómo vivió cerca a eminentes figuras
como Marco Fidel Suárez, Pedro Nel Ospina, intelectuales y escritores de la
tradición antioqueña como Gregorio Gutiérrez González, Epifanio Mejía y Juan de
Dios Uribe, además de aquellos menos apegados a la tradición, como el poeta
León de Greiff o el filósofo Fernando González.
Carrasquilla participó activamente en la tertulia de El Casino Literario
(1887) de Medellín dirigido por Carlos
E. Restrepo, y de vez en cuando visitaba el café El Globo; pues frente a la
eclosión de las vanguardias de moda parisina, se mantuvo fiel a sus
convicciones estéticas y morales.
Esta madurez y conciencia conceptual, así
como la calidad de su obra, le mereció el reconocimiento de la Academia
Colombiana de la Lengua; pero a decir verdad, siempre vivió de espaldas a todo
academicismo. Por algo, definía la novela como «un pedazo de vida reflejado en
un escrito por un corazón y una cabeza", dándole en sus escritos mucha
importancia al diálogo, donde la estilización con una sintaxis literal, le daba
un efecto carnavalesco y cómico.
Por
otro lado, fue un testigo privilegiado de grandes cambios en todos los
órdenes. Su niñez transcurriría bajo el
signo del liberalismo extremo de Mosquera y la Constitución de 1863; así como
su madurez, bajo el signo de la Regeneración (Constitución conservadora de
1886) lo que permitiría a Colombia configurarse como nación.
En
este contexto político y social la figura del caudillo (de extirpe romántica)
cumplía su función como “garante de la defensa del territorio, voz de aliento
para emprender una conquista, fuente de valores y propósitos, el punto de
arranque de la identidad colectiva”, dentro de un ambiente nacionalista que acarreaba
grandes desastres a nivel mundial.
Por
lo tanto, llegaría a vivir los avatares de tantos cambios y confrontaciones,
llegando a admirar al presidente Pedro Justo Berrío, quien logró hacer del
Estado Soberano de Antioquia, un reducto de paz para el clero y los católicos
cuando estos eran perseguidos en el resto del país. Así lo calificaría como
“genio ubicuo”, al lograr el levantamiento popular contra Pascual Bravo quien
había tomado medidas sobre la inspección de cultos, en armonía con las arbitrarias
y tiránicas pautas del general Mosquera. Así en este proceso de consolidación
republicana hasta la guerra de los Mil Días, encontraría Carrasquilla la
concreción de una identidad basada en la religión como sublimación de un alma
colectiva, que le daba preeminente valor al patriotismo.
Igualmente,
pudo ver la materia de su creación en ese crisol de razas, tipos humanos,
jergas, mitos, costumbres de su tierra natal, representado en indígenas,
conquistadores, colonizadores españoles y negros traídos del África (a quienes
trató con respeto), al igual que representaría los contrastes entre la
burguesía y la sociedad pre-moderna de concepciones mágicas. En cuanto a las
actividades sociales, destaca todo lo relacionado con la explotación de minas
de oro, el levantamiento de poblaciones a la orilla de los ríos auríferos, la
excavación de socavones y demás actividades que contribuyeron al desarrollo de
Antioquia, lo que serviría de capital intelectual para los novelistas.
En cada uno de sus ocho capítulos
encontraremos una valoración crítica de sus diez novelas, ensayos y numerosos
cuentos, algunos considerados clásicos dentro de la literatura colombiana
como“Simón el Mago”, “En la diestra de Dios padre” (1897), o el “El ánima sola” (1898). “La Marquesa de
Yolombó” (1927), por ejemplo, entre las más conocidas, es “una de las grandes
construcciones de la literatura colombiana y latinoamericana” que cuenta la
historia de un pueblo minero colonial desde 1750 hasta 1830 y ocurre en un
pueblo intocado por la historia del momento, donde su protagonista, doña
Bárbara Caballero, rompe con el estereotipo de las mujeres relegadas al orden
doméstico y al culto religioso.
Por otro lado, con su primera novela
“Frutos de mi Tierra” (1896) Carrasquilla ganaría la apuesta literaria al
demostrar que en Antioquia existía suficiente materia novelable, configurando
así una escuela regional que tuvo resonancia nacional. Igualmente se pueden ver
importantes alusiones a novelas como "Grandeza", "Ligia Cruz"
y "El Zarco", o la originalidad de relatos como "Rogelio",
"La Mata" o el "El Rifle, éste último ambientado en la Bogotá de
entonces, que aborda una temática de violencia sin resolución posible.
Finalmente está su faceta
como periodista, donde Carrasquilla incursionó para ganarse la vida. En este
terreno, demostró su gran valor como cronista debido a su riqueza lingüística,
la capacidad de síntesis, el ojo agudo para el detalle”, entre otras cualidades
imprescindibles del oficio, ganándose la simpatía de figuras de la “vieja
guardia” como Fidel Cano (El director de El Espectador), donde publicó textos
de crítica (“Herejías”, “Carta abierta” y “Homilía”, “sobre Darío”, “Divagaciones” sobre el compositor Pedro
Morales Pino, o “Por el poeta” (elogio a José Asunción Silva). Igualmente colaboró en El Liberal, gracias a
su amistad con el caudillo Rafael Uribe Uribe, asesinado el 15 de octubre de
1914.
En definitiva, ésta es una obra
imprescindible para conocer los aportes del gran escritor y fundador de las
letras nacionales. Pues aunque, como bien dice el autor, el patriotismo que
admiró, podemos verlo como un mito bello y majestuoso, hoy en día seguirá
siendo un reto, aunque con supuestos diferentes. Al final de sus más de 286
páginas, se demuestra la tesis inicial sobre el valor de este gran escritor
cuya obra permite una riqueza de interpretaciones, dándole a las generaciones
sucesivas una idea sobre las formas de vida de la Antioquia de comienzos del
siglo XX.
[1] Tomás
Carrasquilla, nacido en la provincia de Santo Domingo de Antioquia (1858) y
muerto en Medellín (1940).
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