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LA VIGENCIA DEL TANGO: ASTOR PIAZZOLLA

ASTOR PIAZZOLLA


Cultura y Sociedad.


RECORDANDO A UN GENIO DE LA MÚSICA
Piazzolla, tango vigente en el mundo



Foto archivo AFP
ASTOR Piazzolla (Mar del Plata, 11 de marzo de 1921 - Buenos Aires, 4 de julio de 1992) el compositor argentino más discutido y una de sus personalidades sin duda más originales, resulta ser mucho más que un epígono de la música popular argentina –el tango- para ser el músico que dio el salto definitivo al siglo XXI, con innovaciones que incluyen la música clásica, la música del siglo XX, el sentido del swing dentro del jazz (Gerswing, Art Tatum, Stan Kenton, Miller, Peterson), y sobre todo, el conocimiento de una tradición que viene desde el s XIX con grandes exponentes como Ernesto de la Cruz (bandoneonista), las letras de lunfardo y su carácter gitano, hasta los más contemporáneos.
Más que un innovador, fue un verdadero genio, que supo reinterpretar la música que sonaba en Buenos Aires y se había quedado anquilosada en un estilo del 40 o 50, para incorporar armonías y ritmos más audaces con su bandoneón y numerosos grupos orquestales, haciéndolo cobrar nueva vida pero librando una batalla sin tregua ante la  incomprensión de aquellos más conservadores que consideraban el tango como algo intocable.
De sus palabras sacamos el siguiente aparte: «Creo que el tango es más importante que el folklore. Son escasos lo que pueden llamarse músicos de avanzada, o no hay ninguno, nadie. Un intuitivo como Atahualpa Yupanqui es lo más destacado y no es de avanzada, pero hace una música auténtica. El “Cuchi” Leguizamón hace cosas muy lindas, me gustan, pero no son de avanzada. Waldo de los Ríos, como Manolo Juárez —que es un gran músico—, podrían haber hecho dar un salto a la música folklórica. Juárez, me parece que es más músico que folklorista, pensaba.
Y es que el tango es un género del que poco se mencionan sus raíces españolas y negras, ganando más popularidad su origen italiano por efecto de la inmigración que el “tano” habría acriollado en la penumbra del conventillo al compás de su danza y con el recuerdo del amor dejado para siempre detrás del océano. Luego se mezclaría en el suburbio agringado de las ciudades cosmopolitas a las que alude el poeta Leopoldo Lugones cuando lo describe en 1913 como “un reptil de lupanar”, o como “deshonesta mulata engrendrada por las contorsiones del negro y el acordeón maullante de las trattorias”.
Pero si este injerto de organitos y acordeones venidos de Italia (según cuanta Piazzolla primero se tocaba con flauta, guitarra y violín) lo habían vuelto llorón perdiendo su coraje original -el de los “tangos pendencieros” según el cuño feliz de Borges- era inapropiado para el guapo de las orillas de fines de siglo; más con la incorporación de su pariente alemán –bandoneón- que llegó a los burdeles de Buenos Aires hacia 1890, le otorgaría nuevos bríos y esa sonoridad particular que arrancará los mejores tangos a los hermanos Julio y Francisco De Caro, Armando y Enrique Santos Discépolo, Vicente Greco, Ernesto Ponzio, Pascual Contursi, Roberto Firpo, Juan Maglio (Pacho), Francisco Canaro, Francisco Lomuto, Carlos Di Sarli, Juan D'Arienzo, Pedro Maffia, y el mismo Astor Piazzolla.
Y cuando viaja a París para tomar clases con la compositora y directora de orquesta francesa Nadia Boulanger, mostrándole aquellas partituras sinfónicas que había compuesto para Alberto Ginastera, y ésta le increpa que no encuentra a Piazzolla en ellas, se le abrirá el camino para optar por ser Piazzolla. Desde entonces cogería su bandoneón al que llamará de manera surrealista “mi ataúd”, para librar una pelea callejera (pues la gente que los escuchaba no les causaba ninguna gracia), sumergiéndose por 20 años en los cabarets de Buenos Aires y tocando con las mejores orquestas, iniciando una trayectoria bastante prolífica.
Inicialmente haría arreglos para cuartetos de cuerda con la orquesta de Aníbal Troilo (1939) y luego (1955) con su propia orquesta de cuerdas estrenaría sus propias obras: Tres minutos con la realidad, obra síntesis entre el tango y la música de Stravinsky y Bartók), y el famoso Octeto Buenos Aires -conjunto considerado como el iniciador del tango moderno, tanto por su instrumentación que incluía por primera vez una guitarra eléctrica en un conjunto de tango-, como por sus novedades armónicas y contrapuntísticas (acordes con 13as. aumentadas, seisillos y fugas).
En 1958 viaja a Estados Unidos y graba los dos únicos discos de lo que él llamó el jazz-tango (que no lo dejaron muy satisfecho) y en 1959, en Puerto Rico tras recibir la noticia de la muerte de su padre, Vicente Nonino Piazzolla, compone “Adiós Nonino”, su obra más célebre, que conservaría la sección rítmica del anterior tango “Nonino”, más una sentida elegía de despedida, que se convertiría en un sinónimo de Piazzolla a lo largo de los años.​
Posteriormente se definiría su estilo musical con el Quinteto Nuevo Tango, formado en su primera versión (Piazzolla en el bandoneón, Jaime Gosis en piano, Simón Bajour en violín, Kicho Díaz en contrabajo y Horacio Malvicino en guitarra eléctrica) dando a conocer todas las composiciones más recordadas: Las Estaciones (Verano Porteño, Otoño Porteño, Invierno Porteño y Primavera Porteña), La Serie del Ángel, La Serie del Diablo, Revirado, Fracanapa, Calambre, Buenos Aires Hora Cero, Decarísimo, Michelangelo´70 y Fugata, entre otros. Entre anécdotas memorables podemos mencionar que grabó la Introducción a «Héroes y tumbas», con letra de Ernesto Sábato y en 1965, el disco El tango, que contiene temas con letras de Jorge Luis Borges, incluido Hombre de la esquina rosada (suite para canto, recitado y doce instrumentos), o en 1967 empieza su colaboración con el poeta Horacio Ferrer, con quien compuso la operita María de Buenos Aires (con la voz de Amelita Baltar) y en 1969, la exitosa Balada para un loco, que supondría una popularidad súbita para Piazzolla.
Es tan larga la trayectoria que sólo podemos decir que al final compuso obras mayores para orquestas filarmónicas y sinfónicas (mencionaremos su Bandoneón Sinfónico(1990), y después de su primer infarto, llegaría a conformar el Conjunto Electrónico (un octeto integrado por bandoneón, piano eléctrico o acústico, órgano, guitarra, bajo eléctrico, batería, sintetizador y violín), aunque retornaría luego a su quinteto Nuevo Tango. Son muchas las obras que escribió (más de 300 tangos, unas cincuenta bandas musicales de películas) y en febrero de 1993, fue nominado de manera póstuma para los Premios Grammy 1992 en Los Ángeles por Oblivión en la categoría Mejor Composición Instrumental. Un genio cuya música, según su propio testimonio no correspondía a su forma de ver la vida, divertido y alegre, amante de la luz. En sus últimos años de vida fue reivindicado por intelectuales, jazzistas y músicos de rock de todo el mundo, al igual que por nuevos referentes del tango, siendo considerado como uno de los músicos argentinos más importantes en la historia de su país y del mundo.  
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Periodista cultural. Música y Magister en Literatura Hispanoamericana.

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