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PSICOANÁLISIS Y VIOLENCIA


Cultura y Sociedad.


LACAN Y FREUD PODRÍAN SERVIR EN COLOMBIA
¿Qué podemos aprender sobre la violencia desde el psicoanálisis?



Foto cortesía Banco de la República
ACTUALMENTE se habla con frecuencia de feminicidio, violación a menores, trata de personas, discriminación, crímenes de todo tipo, personas que migran a otros países, acuerdos de paz y su posible rompimiento. En fin, parece que el tema de la violencia es hoy por hoy, uno de los temas de mayor actualidad, sobre el cual el psicoanálisis ha hecho aportes importantes.  

Sigmund Freud –quien fundara esta ciencia terapéutica alrededor de 1896- o su discípulo Jacques Lacan (psiquiatra y psicoanalista francés considerado uno de sus exponentes contemporáneos) se interesaron por la agresividad y la violencia humana siendo testigos de dos guerras mundiales, en momentos en los que el “progreso” y la cultura debían ser factores que proporcionaran bienestar a la humanidad.


Sanar la violencia a partir de Freud

Sobre Freud podemos decir que intentó con éxito aliviar el sufrimiento de sus pacientes con afecciones nerviosas gracias a la exploración de lo que él llamó inconsciente. Por su parte, Lacan mucho más adelante, quiso explicarse el enigma de la psicosis y la locura más relacionada con los crímenes que se cometían en la Francia de los años 30 (la pintura de Alfonso Quijano “La cosecha de los violentos” da una excelente referencia), donde la constitución biológica no resulta suficiente sino  ahondando en la instancia del lenguaje, del universo simbólico común a todos los  hombres, ya que nuestra inscripción en lo simbólico, en la cultura, es de por sí violenta, en cuanto se nos es impuesta, pues, al parecer, nosotros como sujetos somos introducidos en la vida (y en la sociedad) de manera traumática.  
Así, “nos pusieron nombres, nacimos en una familia que no elegimos pero que debemos adoptar, nos bautizan en religiones, nos otorgan nacionalidades, etc.

Por lo tanto, nuestro origen está marcado por la violencia, la violencia de la palabra, de lo dicho, en fin, de lo que el ‘Otro’ hace en nombre de ‘nuestro propio bien’”.  Es por esto, que el arte, y en especial los artistas con sus manifestaciones de neurosis (desadaptación a lo real), resulten tan atractivas para el psicoanálisis, pues su deseo narcisista los lleva a explorar su propio goce o deseo del Otro, un lugar primordial desde donde les es permitido hablar.

Pero cuando hablamos de fenómenos sociales -pensemos en las décadas de guerras, en la política, en el racismo, en la intolerancia de todo tipo, en las minorías- podríamos, tal vez, remitirnos a aquel “narcisismo de las pequeñas diferencias”, del que Freud se ocupó en “Psicología de las masas y análisis del yo”, que explica cómo en comunidades vecinas, y aún muy próximas en todos los aspectos, aparecen fenómenos de hostilización que se concretan en formas antagónicas de “ser” o de “pensar”, olvidándose de lo que es más connatural en ellos, como ha sido con  españoles y portugueses; alemanes del norte y del sur; ingleses y escoceses, israelíes y palestinos, coreanos del norte y del sur, etc. donde una satisfacción relativamente cómoda e inofensiva de la inclinación agresiva que poseemos y que facilita la cohesión de los miembros de la comunidad, puede fácilmente derivar en un odio aniquilador e intenso.

Con esto, la teoría de un instinto criminal (que no se manifiesta en los animales), de lucha por la vida o la supervivencia, o una respuesta a la  frustración, pierde peso igualmente en la explicación de por qué podemos llegar a  ser tan violentos hasta querer aniquilar o dañar a otro (s).  Y la familia, que se invoca como estructura salvadora desde otros discursos, muchas veces no logra ser el espacio contenedor de violencia, lugar de refugio o formación, sino antes bien, puede resultar ser el núcleo de los lazos imaginarios que a la postre pueden ser desencadenantes de violencia.  

Lacan: la teoría del lenguaje

Si “el lugar donde adviene un sujeto es el lugar donde germina la violencia”,  si  el complejo de ‘intrusión’ del habla Lacan se comprende desde el origen del “yo” en la relación con el otro dentro de una tensión agresiva inherente, también hay que agregarle la noción de identificación, donde el psicoanálisis dice: “será necesaria la “apaciguante” inscripción simbólica (Edipo y castración), para que el motor del sujeto no sea sólo la competencia y la rivalidad”, sino otra cosa donde el sujeto  encuentre cauces para la realización de un deseo propio y genuino.

Así, parece que el surgimiento aberrante de la violencia tiene que ver con los las relaciones con una alteridad posible, donde las figuras con las que nos identificamos pueden resultar nefastas y devastadoras. Entonces, me pregunto, ¿dónde está el papel de la educación en la formación de los niños y niñas? Pues quiéranlo o no, son los ciudadanos del futuro que tendrán que lidiar con los síntomas de una cultura enfermiza, que brinda pocos espacios de autoconocimiento como el arte.

Aunque el psicoanálisis se realiza de manera personal e intransferible con el psicoanalista -la inmensa mayoría no tiene  acceso a este tipo de terapias-, éste nos permite tener algunas pautas para comprender el origen de esa oscura pasión, cuyo ideal es restituir a nivel de la conciencia todo aquello que es desechado, negado o rechazado.

Al menos, podemos comprender que el horror de la crueldad, la guerra, la rivalidad o la intolerancia, no es ajena a la producción simbólica, a la manera como nos expresamos sobre lo Otro, acumulando un registro de  producción imaginario-simbólica que se reproduce en la familia, en la escuela, en los medios de comunicación y en todo tipo de discursos.
Por eso, aún es más preocupante la violencia que se ejerce de manera silenciosa sobre aquellos que por su condición de indefensión  (los bebés, los menores, las mujeres, los ancianos, los enfermos, los desplazados, o todo tipo de minorías), no pueden reaccionar en igualdad de condiciones, y más aún, si no se facilitan espacios de rehabilitación, terapia y restitución de los derechos, sobre todo, en una sociedad como la nuestra que quiere dejar atrás el sufrimiento de la guerra y avanzar hacia una cultura más democrática.

Periodista cultural. Magister en Literatura Hispanoamericana del Instituto Caro y Cuervo.

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