LA PIRAGUA: una memoria que no podemos olvidar
A propósito del tema de José Barros
Quién sea colombiano y escuche el tema "La Piragua" de José Barros, no deja de sentir un desafío dentro de su corazón que le habla de memorias recónditas, con un ritmo cadencioso e inigualable como la cumbia, que se hizo leyenda con una odisea de un viejo pescador del Cesar que desafiando los elementos del mar embravecido, chapotea sobre su barca que parte del Banco Magdalena hasta llegar a las playas del amor en Chimichagua, llevando consigo los secretos de una travesía que se muere con el tiempo.
Y es que con la música José Barros nos regalaba la memoria de los abuelos en el Banco (Magdalena) donde vivieron estos personajes "los bogas", que con sus chalupas opiraguas desnudas daban vida comercial a los pueblos que desde el río Cesar se unen al río Magdalena, hasta tocar la serranía de San Lucas, donde termina la cordillera central de Colombia. Un paisaje ciertamente alucinante. Personajes que hoy en día parecen irreales quedando en el imaginario colectivo como sombras (aquellas doce sombras que bogan a lo lejos) como el temible Pedro Albúndia, que se internan en la noche, es decir que parten sin miedo con las estrellas a sus espaldas para buscar la luz con el pulso de sus remos a los que arrancan este melodioso rugir de hermosa cumbia.
Nobles oficios de antaño, el de los pescadores colombianos, que hoy en día viven condiciones muy desfavorables si miramos los incentivos a su trabajo y las condiciones deprimentes de los ríos colombianos, pero que siguen siendo necesarios así la pesca se cumpla por medios más mecánicos, pues bajo el cielo siempre estará quien interrogue a los vientos antes de embarcarse con la noche y la mirada puesta en la esperanza del regreso.
Es un bello tema que nos dejó la imagen de la barcaza de nombre propio, la de Guillermo Cubillos en la versión original de su compositor José Barros, o en versiones mucho más recientes y bellas como la de Carlos Vives. Pero, ¿quién fue este compositor colombiano que le puso imágenes a los bogas de entonces? Un juglar, un músico nato, un viajero y un cronista, bautizado como José Benito Barros Palomino (21 de marzo de 1915-Santa Marta, 12 de mayo de 2007), quien desde los 17 años saldría
de su terruño impregnado de los ritmos caribeños que se gestaban en esta parte
alta del valle del río Magdalena. Así iniciaría una travesía que lo llevaría por
Santa Marta, Barranquilla, Barrancabermeja, Segovia y aún por Medellín (ciudad
donde ganaría su primer concurso de canción inédita con El Minero), para luego ir a probar suerte en la fría capital bogotana de finales de los años 40 y de
allí salir a México para buscar los escenarios internacionales.
Se dice que fue un compositor empírico, que no sabía leer nota, pero que comprendería la importancia de hacerlo para registrar su propia inspiración hasta lograr tener una formación sólida pero desde luego, más curtida en los aires
musicales caribeños y latinoamericanos, en momentos en que entrarían en "boga" al lado de otros ritmos tropicales como el currulao o el porro, ritmos tropicales que un maestro como Lucho Bermúdez, Pacho Galán o Guillermo
Buitrago (interprete de la “Víspera de Año Nuevo”), aprovechaban muy bien, como lo hicieron La Billo´s Caracas en Venezuela.
Y es que la
cumbia había nacido como un aire mestizo, bendecida al fusionarse desde el siglo XVIII como
resultado de la fusión de elementos indígenas, blancos y africanos -con gaitas,
maracas y tambores-, y que, con el pasar de los tiempos, adquiría características particulares en la zona del Magdalena, siendo la ciudad de Barranquilla el epicentro de su difusión. Pero que asombraría al mundo del entretenimiento, pasando por los estudios de grabación desde la
década del 50, incluso desde la zona Pacífica donde se mezclaba la cultura caribeña con ritmos que se hacían comerciales con agrupaciones que destacaban al momento recreando ritmos como el
bullerengue, el mapalé, o que otras veces, conservaban su idiosincracia musical y cultural gracias a cultores importantes
como los gaiteros de San Jacinto.
Y parecido a la odisea de la Piragua, el compositor partiría de su tierra natal, para regresar de su extensa travesía, después de visitar
países como Panamá, México y Argentina, para regresar a las tierras del amor en Chimichagua y asentarse definitiamente en su tierra
natal (El Banco), hasta esperar un éxito definitivo.
Pues ya había entregado el tema "La Piragua" a un sello discográfico que le encargaba material para un concurso
internacional; pero se lo rechazaron por demasiado poético y suave, pues se buscaba
algo más folclórico o de “candela”; pero esto, aunque le causó una decepción, quedaría no le haría perder la
fe como puede verse en esta entrevista (Homenaje a los Grandes Compositores ,
de la Music Tropical Colombiana (https://www.youtube.com/watch?v=Ih6kyT8C3qQ), hasta lograr finalmente ser
descubierto por el productor Hernán Restrepo al registrarlo con la agrupación "The Black Stars" en mayo de 1969 con la voz cantante de Gabriel Romero. Tan
pronto lo escuchó, declararía que sería un “hit mundial”, lo que efectivamente
ocurrió por el impacto nacional e internacional que tuvo.
Pero es que aparte de su ritmo, la cumbia, con el que nos identifican en
cualquier punto del planeta, con su cadencia suave y pegajosa, estaba el toque
personalísimo de sus letras: “Me contaron los abuelos que hace tiempo/navegaba
en el Cesar una piragua/que partía del Banco viejo puerto/a las playas de amor en Chimichagua//
Zapoteando el vendaval se estremecía/e impasible desafiaba la tormenta/y un
ejército de estrellas la seguía/tachonándola de luz y de leyenda//.Era la
Piragua de Guillermo Cubillos..//etc.
En ella podemos apreciar su
particular tono poético, con imágenes precisas y hermosa rima consonante que
requiere de la sensibilidad de un buen lector de poesía y literatura, (no en
vano leería a Amado Nervo o a escritores de la talla de Juan Rulfo, Dostoievski
o un García Márquez), cuyo acierto está en la correspondencia entre la frase
literaria y la frase musical, donde ambas se sobreponen con verdadero instinto
musical.
Asimismo la universalidad de sus temáticas, nos
muestran al hombre
caribeño en su esencia, interactuando con la naturaleza, a la orilla del mar
(“El pescador”) o del río (“La Piragua”), o en franca conquista amorosa (“Te
llevo pa’Mangangué”, “Momposina”), sin extremismos épicos, y con palabras
sencillas (“El gallo tuerto”, “Navidad Negra”, “El pescador”, “La llorona
loca”, “Pesares”), lo que ha permitido
que se extienda fácilmente en otras geografías como la Unión Soviética (El
pescador), o en México, (donde Agustín Lara lo exaltara como el mejor
compositor musical de Latinoamérica), siendo además el autor de tantos otros
temas (cerca de mil temas), en ritmos como el vallenato, el porro, el currulao,
el bolero, tangos, tamboras, la parranda, el paseo, el chandé, la guaracha, el
corrido, el vals, el garabato, la balada, el merecumbé, y otros más.
Finalmente, podemos recordar otro tema que también resulta emblemático: “Violencia”,
del cual recojo testimonio en el programa Gritos y Palabras de Arauca, con las
palabras del maestro: “es pieza que viene de esa época, llamada violencia. y
que tuvo que ver con su iniciación en el conocimiento de los grupos fuera de la
ley. Los pájaros. los gólgotas, draconianos. Inclusive, dijeron que por esa
crítica en la canción me podían matar. Era una crítica general, con elementos
que buscan la paz, para que llegara a todos los que se estaban matando”
Un tema se han “inmortalizado” por
décadas en nuestro país, si bien por causas ajenas a las musicales, y que
muchos recordarán con sus cobres iniciales y la voz de Romero, con ese mensaje
tan directo que nos estremece con sus imágenes: “Oigo un llanto que atraviesa
el espacio/para llegar a Dios (…) //Violencia, maldita violencia /por qué no
permites que reina la Paz/Qué reine el amor/que puedan los niños dormir en sus
cunas sonriendo de amor/Violencia por qué no permites que reine la paz//. Ojalá este ejemplo, este trabajo de n compositor tan auténtico, sirviera para refrescar nuestra memoria que se va diluyendo con el paso de los tiempos que cursan con sus múltiples influencias musicales sin identidad propia, que aunque quieran ponerle el rostro de galanes de turno, no hacen vibrar el alma o el corazón con el sentido auténtico de un paisaje colombiano.
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