EL MUNDO POSIBLE EL SUEÑO


Ensayo sobre la poesía de Fernando Charry Lara




Prólogo del poeta Jaime García Maffla




    Que “EL MUNDO POSIBLE DEL SUEÑO” sea hoy entregado a la estampa, obedece al signo de dos sendas, afectiva la una, y académica la otra. Es el oficio de Nelly Rocío Amaya Méndez, vuelto disciplina y ritual. Versa acerca de la obra poética completa de Fernando Charry Lara, quien nos dejó también el sentido de la crítica como creación. He tocado en el párrafo anterior, un motivo de gratitud o deuda ilimites hacia el poeta que hizo plenamente consciente para Colombia el concepto de MODERNIDAD. 

    Formó Charry Lara parte de la que hoy conocemos como “generación de Mito”, gracias a la cual más que renovarse, se inauguró la labor intelectual contemporánea en Colombia. Caminó el poeta, a cuya obra nos acerca la autora, al lado de figuras como Danilo Cruz Vélez, Hernando Valencia Goelkel, Ramón de Zubiriría o Jorge Gaitán Durán. Pero como en excurso, en estas páginas la poesía habla para el estrato rítmico de las palabras. La palabra poética se hace eco de la entonación lírica más esencial. Su desarrollo, más académico que científico, llevará al lector a términos no especializados sino quintaesenciados. De ellos, dos: ensoñación y evocación.

    ¿Cuánta preparación fue necesaria para el dibujo final este tapiz que nos entrega aquí su autora? En nuestro propio suelo, tuvo Charry Lara contacto con figuras como Luis Cardoza y Aragón, por quien con el surrealismo, le fue dado abrirse al universo de lo inconsciente. Influencia muy próxima fue Eduardo Carranza y nacido en el mismo año, el mexicano Octavio Paz, con quien deslindó en forma única dos ámbitos: Modernidad y Modernismo. En cuanto a éste último, él mismo se situó en la tradición de José Asunción Silva. 

    Valioso e intenso en especial es el concepto de Obra que dejaron con transparencia impar en la de Fernando Charry Lara dos poetas españoles: Luis Cernuda y Jorge Guillén. Hay un pasaje autobiográfico –tan esquivo como fue Charry Lara a esta dimensión- en el cual refiere que su primer contacto con una figura viva de la poesía fue el que tuvo con José Eustasio Rivera. Luego vinieron, Aurelio  Arturo  y  ese  otro  poeta  de  la  generación  del  27,  Pedro Salinas. Todo se dio tanto en un “aquí” como en un “ahora” respecto de los cuales, no podemos evitar aludir la profesión de abogado de Charry Lara, la cual, hasta sus años primeros de universidad, era la sola opción que tenía un hombre que amaba las letras. 

    Lo anterior, dio al poeta una muy personal versión del ser humano, y dentro de ello, un casi trivial suceso: la muerte. ¿Por qué trivial? Porque ya la había vivido en el sueño. Y en la muerte, lo lírico. Por otra parte, Fernando Charry Lara hizo muy clara la diferencia entre poesía y literatura. Por esta diferencia, al final de sus años, se entregó con especial fervor al estudio de la poesía de César Vallejo. Y de los poetas nuestros, a esa figura que fue recuperada por su generación: Hernando Domínguez Camargo. 

    La Tradición de Silva es becqueriana, y por Gustavo Adolfo Bécquer asumimos lo femenino quintaesencia de la creación del universo. Poesía, prosa poética, crítica como experiencia poética, lectura del poema como vivencia trascendente, fueron, a mi parecer, los puntos cardinales que con mayor convicción entregó Charry Lara a sus alumnos, uno de los cuales es la autora de este libro. 

    En sus páginas, el lector encontrará superpuesto el conocimiento racional y la sensibilidad, la intuición poética y el saber de la vida. ¿Qué le entrega la academia a un lector de poesía, o cuál saber tiene un lector de poesía inalcanzable para un académico? Otro  signo  es  el  de  la relación  personal  en vida  y  creación poética de Nelly Rocío Amaya con el mismo Fernando Charry Lara.  

    Y podría decirse que es allí donde sale a luz otra dimensión esencial entre ambos: la música. Doy fe de que el primer acercamiento de la autora a la obra que aquí estudia, se debió a su fascinación con la música secreta de su verso. Poesía es armonía, armonía es melodía, por la cual llegan hasta nosotros los contenidos esenciales, no del silencio ya, sino de todo cuanto es silencioso. Por lo demás, es un claro testimonio de oficio crítico y meditativo de su autora, quien por otra parte, asimiló las pautas de investigación literaria en las aulas del Instituto Caro y Cuervo, como ya lo había hecho en otras tradiciones de altos estudios. 

    Es, pues este, un hito de académica, que avala su trayectoria profesional, aún tocando la clásica distancia entre el saber magistral y el transmitir pedagógico que ha sido planteada en las aulas de post-grado de las universidades europeas. Doy por colofón la constancia del rigor no analítico sino sintético – como ha querido Nelly Rocío Amaya- quien venía del estudio de la comunicación, la música y el violonchelo, y ahora está, al lado nuestro, sus lectores, en la poesía y el canto.   

JAIME GARCÍA MAFFLA



INTRODUCCIÓN

 

Cuando inicié este trabajo sobre la poesía de Fernando Charry Lara, atraída en parte, por la figura del maestro y del poeta, tenía la idea de estar frente a una obra que me guiaría en el camino de la comprensión de algunas verdades esenciales que siempre  me  habían  inquietado:  ¿Qué es la poesía? ¿Existe una poesía verdadera? ¿De qué medios se sirve? ¿Puede considerarse  la  poesía, una forma de conocimiento? ¿Qué tipo de personalidad refleja? 

Preguntas todas que me hice atraída por la magia de su verso, su especial contención, su musicalidad, su ritmo y su contenido, aspectos todos que podía intuir como entrelazados en su expresión lírica auténtica, que sin duda es el producto de la observación y la reflexión profunda, como a su vez, el reflejo de una personalidad excepcional, volcada hacia lo esencial de la vida pero con sed de trascendencia de la condición humana, para darle un sentido a la existencia del propio misterio.

 Pero no sabía cuál podía ser el camino para encontrar el rigor espiritual  que trascende  la  historia  como  sucesión  de  todo  lo  perecedero  –y que subyace en todo creador auténtico–, ya cansada de modelos de tipo inmanentista, para darle explicación a su lenguaje, por lo que empecé a indagar en su propia tradición del poeta y la de la lírica, para intentar conseguir las claves más importantes de su poesía e intentar interpretarla.

Por todo ello, debía encontrar un enfoque metodológico que me permitiera acceder a su naturaleza e integralidad, sin desligarla de la corriente de la vida misma de donde surge. Y busqué en la hermenéutica algunas claves de la interpretación encontrando los aportes esenciales de filósofos como Martín  Heidegger o Geoges Gadamer, y el trabajo admirable de la española María Zambrano (discípula de Heidegger), quien a su vez me puso en el camino de los planteamientos de Paul Ricoeur, más conocido por su intento de combinar la descripción fenomenológica con la interpretación hermenéutica, tomando a la poesía como una clase especial de “discurso” cuya dimensión comunicativa va más allá del simple lector desprevenido. 

 Pues es un lenguaje que haya su explicación profunda en unas condiciones existenciales propias del “aquí y ahora” –las del poeta– cuya comunicación no se queda encerrada dentro del poema, sino que trasciende hacia el lector quien volverá a él como si se tratase de las aguas de un río, en el cual es posible sumergirse una y otra vez para extraer aquellas perlas de sentido que más le hablen a su alma. 

Por tanto, este trabajo es una apuesta por indagar en el mundo poético de Fernando Charry Lara, uno de los poetas y críticos más importantes del siglo XX dentro de la tradición hispanoamericana, quien con su magisterio me dejó perpleja ante la poesía como forma de conocimiento que explique la vida misma y sus propias circunstancias dentro de una expresión única, verdadera y de inigualable belleza.  Un poeta a quien tuve  la fortuna de haber acompañado en la última etapa de su vida, recorriendo juntos las calles de Bogotá saliendo del Seminario Andrés Bello,  para conversar muchas veces y disfrutar de su compañía, y en otro ocasiones, parar compartir  largas horas de contemplación e intimidad solitaria, ajenos ya a cualquier obligación académica.

Así, espero haber aprendido las lecciones más importantes con su obra, indagando por su intención, los medios de que se sirve, por su lenguaje y el poder de revelación de sus imágenes evocadoras, corriendo el riesgo de no hacer de este trabajo un punto de llegada, sino un punto de partida para nuevas preguntas, siendo también un pretexto para un nuevo encuentro –ya físicamente imposible–, pero sí con su obra, tan necesaria en estos tiempos parar acercarnos a realidades menos prosaicas pero sí fundamentales como la vida misma, la realidad del amor y el deseo o la muerte, realidades todas que he querido darle el nombre del “Mundo posible del sueño”, donde seguramente muchos otros se reconocerán.


La autora.

 




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